PROGRAMA del curso de Estética Antigua II-2019

El curso de Estética Antigua es el primero de una serie orientada a la formación de habilidades discursivas y conceptuales, críticas y valorativas, de los estudiantes de la facultad de artes. En dicha serie los estudiantes se encuentran con los conceptos y desafíos característicos de tres grandes momentos de la historia, de manera muy general se los divide en: Antigua, Moderna y Contemporánea. Más que una historia de la estética, estos cursos buscan plantear de manera muy específica un conjunto de problemas que, aunque se formularon en momentos concretos, resultan siempre actuales.

El curso de Estética Antigua tiene que plantearse la pregunta por la estética y al mismo tiempo mostrar la peculiaridad de un planteamiento estético en la antigüedad. Explicaremos como aunque la estética surja como disciplina en la modernidad, es posible hablar de una reflexión sobre la sensibilidad, las emociones, la belleza y las obras de arte mientras se comprenda que estos conceptos surgen en la relación indiscernible de ARTE, RELIGIÓN Y POLITICA.

La manera en que adelantamos la reflexión en el curso tiene, además, un compromiso especial con dos conceptos de gran calado y, al mismo tiempo muy disputados: El concepto de MEMORIA COLECTIVA y el concepto de TRABAJO DEL DUELO. Estos conceptos orientan el capítulo que consagramos a la ÉPICA que se comprende como tecnología de la comunicación y la memoria pero también como forma de construcción de comunidad. El TRABAJO DEL DUELO es, por su parte, el eje del capítulo dedicado a la TRAGEDIA. Ambos conceptos son discutidos y conceptualizados en el capítulo dedicado a DOS GRANDES FORMULACIONES ANTIGUAS SOBRE LA NATURALEZA, EL PAPEL Y EL VALOR DE LAS ARTES: La elaborada por Platón en la República y la que construye Aristóteles en la Poética. Estos conceptos se pondrán en discusión con planteamientos contemporáneos sobre los mismos temas.

Es importante anotar que durante varias versiones de este curso ha resultado crucial el contraste con producciones artísticas contemporáneas en el arte colombiano y en el cine internacional en los que se retoman temas como la guerra, la pérdida, el dolor y el duelo, en espacios formales del arte y en espacios gestionados por colectivos y comunidades. El arte clásico y, en especial, la tragedia griega, ha sido un referente permanente en la elaboración artística de la experiencia de duelo y dolor propia del conflicto armado colombiano, sus figuras y sus historias han sido cauces para la memoria colectiva, inspiración para el trabajo del duelo. El curso interroga esta relación y trata de potenciar su capacidad explicativa de la contemporánea relación entre arte, religión y política, tal como la vivimos en Colombia. DESCARGUE EL PROGRAMA AQUÍ

Programa Cátedra de Autor: Platón I-2019

Período: I – 2019 Horario: Viernes 9 – 11 a.m.  Edificio 53 S.J. Salón 53

Definición del curso

El curso es una presentación sintética del conjunto de los Diálogos de Platón. Parte de una reflexión sobre las peculiaridades del texto platónico y de los problemas que ha planteado su lectura durante siglos. Brinda elementos para una lectura activa y una recepción crítica de un conjunto de textos en los que la filosofía se aparece de forma única. La exposición del conjunto se dispone cronológicamente, es decir, a partir de una hipótesis sobre el orden de la redacción de los diálogos. A lo largo de la exposición se resaltan varías líneas temáticas y conexiones entre textos diversamente emparentados con el objeto de señalar el origen y la evolución de conceptos fundamentales como dialéctica, idea, método, paradigma, etc. El curso se detendrá con especial cuidado en la exposición general de la República, señalando las secciones relevantes para mostrar las variaciones o evoluciones del pensamiento de Platón. Así mismo presentará los lugares que han inspirado las principales polémicas y debates dentro de la tradición académica.

Objetivo General:

Realizar una presentación comprehensiva de la obra de Platón y ofrecer una guía para la lectura de sus diálogos. Ofrecer una noción general de su concepción de la filosofía y de la relación de esta con la vida práctica y política.

Objetivo de formación:

Dar un ejemplo de síntesis tanto del cuerpo de obras de un autor como de obras específicas. Brindar elementos para el análisis de textos de Platón. Señalar los principales campos de investigación académica sobre su obra.

Aquí puede descargar el programa en PDF programa cátedra platon mejia 1 19

Cátedra de Autora: Judith Butler I 2019

Horario: Jueves 9 – 11 a.m. Edificio 67 Salón 206

Definición del curso
El curso es una presentación sintética de la principales obras y problemas desarrollados hasta ahora por la filósofa norteamericana Judith Butler. Las exposiciones magistrales y las lecturas se organizan en torno a tres ejes temáticos fundamentales:

Cuerpos, sexo y género;

Lenguaje, discurso y performatividad;

Vulnerabilidad, codependencia y cohabitación.

Asumimos que los muchos intereses son transversales a varios asuntos y objetos y que han sido objeto de reelaboraciones dinámicas a lo largo de la carrera de Butler, esto nos obligará a tender relaciones entre distintas obras de modos diversos. El curso se presenta como una introducción, sin pre-requisitos de formación filosófica, por tanto tratará de ofrecer los contextos y referencias teóricas y filosóficas que se requieran para comprender las líneas generales de las obras. Tocará, así mismo algunos aspectos de la biografía de la autora y la historia de su militancia y compromiso político.

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ESTETICA ANTIGUA: Presentación y programa del curso

Definición del curso 

Este curso se propone como un análisis de algunos conceptos y problemas que hacen parte del legado occidental clásico, tanto en la práctica artística como en su conceptualización: Memoria Colectiva y Duelo, teniendo en cuenta que esta situación cultural los origina en la convergencia de ámbitos que en la modernidad permanecen separados y generan sus propios conceptos y valores: Arte – Política y Religión. Frente a las producciones y prácticas artísticas enfrentaremos y cuestionaremos dos aparatos conceptuales de gran trascendencia: la polémica entre Platón y los Poetas y la Poética de Aristóteles

Cada paso del curso se dará en diálogo con la práctica artística contemporánea colombiana en la cual se ha observado durante décadas un recurso constante a los temas, motivos y prácticas de la antigüedad griega, especialmente en las obras que enfrentan la tarea de elaborar estéticamente el Conflicto Armado. 

Objetivo General: 

Proponer varias discusiones sobre las cuestiones de la Memoria Colectiva y el Trabajo del Duelo en los espacios y prácticas que ofrecen ejemplos seleccionados de las artes de la antigüedad griega y su repercusión en la práctica artística contemporánea especialmente en la colombiana.

Objetivo de formación: 

Elaborar críticamente los conceptos filosóficos por medio de los cuales se han explicado estos fenómenos y ofrecer lecturas alternativas de los mismos.

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Historia de la Filosofía Antigua I-2019

            El presente curso de Historia de la Filosofía Antigua está diseñado como introducción al estudio de los textos, temas y autores filosóficos de la Antigüedad Grecorromana y se dirige a estudiantes sin formación previa en filosofía ni en lenguas clásicas. Aporta elementos para que estos estudiantes se familiaricen paulatinamente con la filosofía, con la historia de la filosofía como disciplina filosófica, con los objetos, métodos y conceptos básicos que se requieren en este campo.

            Se trata de un curso de filosofía occidental, con todos los problemas y dificultades que eso implica. Asumimos que la filosofía tiene pretenciones universales y que puede estar presente en muchas culturas en épocas que coinciden cronológicamente con la Antigüedad Grecorromana, sin embargo, también asumimos que la configuración que el pensamiento y el discurso asumen en Grecia desde el siglo VI AC tienen un valor especial de referencia para la tradición que originan.

            El curso expone varios relatos sobre el origen y desarrollo de la filosofía en grecia desde varias perspectivas. Se ocupará de la idea de una tradición de pensamiento que de una forma continua conecta nuestro tiempo con la antigüedad gracias a varias formas de transmisión, comentario y enseñanza, influencias y síntesis culturales. Esa tradición hoy día es puesta en cuestión y también revitalizada de múltiples maneras.

            El curso se ocupa de la relación entre filosofía y poesía, describe una situación cultural en la que la memoria colectiva se construye y se conserva en las formas poéticas (oralidad), que evolucionan y se transforman a la par que las comunidades. La primera parte del curso está dedicada a la poesía griega y sus transformaciones, desde Homero hasta los Grandes Trágicos. El proceso de aparición y formación de la filosofía es contemporáneo del proceso de formación y la evolución de la Polis griega. Así mismo es afectado por la decadencia y desaparición de esta forma de organización política, la filosofía, sin embargo, se adapta a las formas imperiales, tanto en el Helenismo como en el Imperio Romano. Perseguiremos estas transformaciones.

            Nos ocuparemos de textos pertenecientes a autores y escuelas que van desde Tales de Mileto (624-546 AC) Plotino (204-270 DC), incluyendo movimientos hasta la fecha de la clausura de la Academia de Platón en Atenas por el Emperador Justiniano en 529 DC, punto de referencia para el final de las escuelas paganas de filosofía. Este curso no se ocupará del Cristianismo ni de pensadores cristianos, aunque tendrá en cuenta su presencia, influencia e importancia. Aportará elementos para síntesis posteriores.

El curso está dividido en cinco partes divididas según grandes hitos tradicionales, aunque no es estrictamente una línea cronológica continua. La primera parte sobre la poesía griega pretende brindar un panorama espacio-temporal de la cultura helénica y sus transformaciones hasta el siglo V AC, la segunda parte, sobre la primera filosofía, vuelve al siglo VI AC pero lo hace desde la perspectiva de dos autores que escriben en el siglo IV: Platón y Aristóteles. El contacto con los primeros filósofos obliga, además a tener una claridad sobre la antigüedad tardía y las actividades de estudio y conservación de textos que tuvieron lugar en ella. La figura de Sócrates es el centro de la curta parte, dedicada a la actividad intelectual ateniense de los siglos V y IV AC, en la que aparecen los sofistas y los grandes maestros de la filosofía Platón y Aristóteles. La quinta parte y final se dedica a las escuelas Helenísticas de Filosofía y culmina con el Neoplatonismo.

 

Puede descargar el programa y la bibliografía en formato pdf hdfa prog mejia 1 19 

Cuestionario para el curso de Historia de la Filosofía Antigua II-2018

A continuación la preguntas que he planteado a los estudiantes al final de cada capítulo, tienen la forma de un ejercicio de escritura que debe estar inspirado tanto en las lecturas de base, como en las complementarias y, tal vez, también en las clases.
  1. ¿Qué significa el desarrollo del alfabeto para el pensamiento?
  2. ¿Cuál es la relación, distinción, polémica entre lo que llamamos filosofía y lo que llamamos poesía?
  3. ¿En qué sentido tomo como propia la historia dela filosofía occidental?
  4. Realizar la distinción entre mito y logos
  5. ¿Por qué, para qué, qué se aprende del uso de la distinción entre mortales e inmortales en la Ilíada? (500 – 1000 palabras)
  6. ¿En qué sentido, de qué manera Platón y Aristóteles son fuente primera para los primeros filósofos?
  7. ¿Cuáles son las preguntas de los primeros filósofos?
  8. Sobre la segunda navegación del Fedón de Platón : ¿Cuál es su relación con la causa? ¿Qué significa explicar un hecho adecuadamente?
  9. ¿Cómo distingue Sócrates su explicación de las explicaciones de los otros filósofos?
  10. En el libro I de la Metafísica: ¿Cuál es el tipo de filósofos que está buscando Aristóteles?
  11. A partir de los artículos: The beginnings of cosmology(Algra K.) – Culpability, responsability, cause (Vegetti M.) (Cambridge Companion to Early Greek Philosophy) Distinga cosmología y cosmogonía. Describa los usos del término aitía ¿Qué significa que la filosofía comienza por ser cosmología? ¿Cuál es la relación de Tales, Anaximándo y Anaxímenes con los primeros poetas?
  12.  A partir de las lecturas de Heráclito, fragmentos y Parménides, poema sobre la naturaleza . 500 palabras sobre la relación entre logos, fuego y flujo en Heráclito. 500 palabras sobre la relación de verdad y opinión en Parménides. 500 palabras sobre la diferencia entre la mayoría de hombres y el filósofo en Heráclito y Parménides.
  13. A partir de la lectura del libro II de la República de Platón. explique cuál es el problema que se le plantea a Sócrates y cuál es su estrategia/recurso/propuesta para resolverlo. 1000 palabras.
  14. A partir de los textos seleccionados de la Metafísica de Aristóteles: ¿De qué ciencia habla Aristóteles en estos pasajes? (I,1-2/IV, 1-2/VI,1-2) (200 palabras) ¿Qué significa la expresión «el ser»/»lo que es» se dice de muchas maneras? (200 palabras) (VII, 1-2)
  15. Sobre el libro VI de las Vidas de Diogenes Laercio sobre los Cínicos: elija tres anécdotas sobre Diógenes el Cínico y explique qué aprendemos de ellas (200 palabras). Bonus: ¿qué relación encuentra entre la anécdota y la noción de bios? ¿cuál es la relevancia filosófica del la anécdota?
  16. A partir de su lectura de la Carta a Meneceo de Epicuro, elabore la relación entre placer, bien y felicidad.(300 palabras) Bonus: el lugar de la filosofía en esta relación.
  17. Describa al Sabio Estoico a partir de su lectura de Marco Aurelio, Meditaciones I a IV.

Narrar la propia vida para tomar la decisión del voto

En la experiencia colombiana estas elecciones son únicas por muchas razones: el precedente de los acuerdos de paz, el plebiscito y los procesos que siguieron a partir de él. Se trata de una situación nueva y compleja, rodeada de una cierta idea de paz y de nuevas formas de violencia que aún no alcanzamos a comprender. Todo esto lo consumimos, lo evaluamos, lo replicamos, como ciudadanos desde una situación comunicativa sin precedentes y con muchos canales nuevos y abiertos para tomar la palabra.

Un conjunto de factores que ofrecen la oportunidad de tomar la palabra. En cierto sentido, también presionan, demandan, exigen que los ciudadanos tomen la palabra.  ¿Qué significa hoy y aquí “querer” o “necesitar” tomar la palabra? Mi intención es meditar sobre esta pregunta a medida que observo las declaraciones de otros ciudadanos sobres sus opciones políticas que he alcanzado a leer hasta ahora.

Cuando observo esta inquietud en mí mismo y en otros, veo que en varios casos se configura tomando la forma de una necesidad de darle sentido a la manera en que una determinada opción política se conecta con el relato general de mi propia vida como individuo, con mi experiencia personal, mi formación y mi historia: qué lugar tiene el ejercicio electoral y la participación ciudadana en mi vida. Me da la impresión de que esta situación no es como otras y que por eso demanda una revisión del relato de esa vida y de mis experiencias de nacionalidad y ciudadanía.

Nacer en un hogar con color político

En la formación de muchos colombianos nacidos durante o después de la violencia del final de los años cuarenta, como mis padres, que vivieron el frente nacional y sus consecuencias, una parte de la identidad personal se cifraba en la educación política recibida en la infancia, en el hogar o en la ausencia de este. Para la generación de mis padres, se nacía en un hogar liberal o en un hogar conservador y allí mismo se heredaba el partidismo tal como se heredaba la filiación religiosa o el arraigo en una región o en una tierra considerada propia.

En casos como el de mi padre, parte de esa identificación pasaba precisamente por las heridas recibidas durante la infancia en esas partes de la vida y de la identidad: siendo muy niño haber tenido que cambiar de vivienda en repetidas ocasiones debido a la persecución política de la que fue objeto mi abuelo y que finalmente llevó a su desplazamiento de una alejada región rural de Santander a la zona urbana de Bucaramanga. Las escenas concretas son comunes a los relatos de la vida de muchos colombianos que vivieron y crecieron en cinco décadas de conflicto.

Mi padre creció para convertirse en un profesional y un líder político liberal; su vida pública y privada estuvo marcada desde la infancia y hasta su muerte por un conflicto que determinó también las formas en que, como ciudadano, intentó desempeñarse y hacer un aporte en la medida de sus posibilidades. ¿Hasta qué punto soy yo mismo un liberal? Y ¿en qué medida, el que lo sea o no, tiene que ver con la historia de mi primera educación? No puedo saberlo sin contar la historia de cómo llegué a entenderme como ciudadano. Supongo que eso les ocurre también a los hijos de padres conservadores, a los hijos de las generaciones que crecieron en zonas de influencia guerrillera.

Me interesa el hecho de necesitar contar mi historia públicamente, se trata de una cuestión narrativa que combina preguntas éticas con cuestiones claramente psicológicas. Sin embargo, en apariencia, mis compatriotas y yo necesitamos reconocer un conjunto de elementos emocionales y psicológicos que influyen en las decisiones que tomamos, en las opiniones que expresamos, en el modo en que discutimos y en las formas en que asumimos o evadimos las confrontaciones que esto implica.

Las narraciones de nuestra historia y de nuestra vida se relacionan con los valores comunes y, por tanto, con lo que llamamos la república y la democracia. Hay factores en las formas de narración que constituyen el espacio político pues conforman lo que consideramos digno de preservar y construir, aquello en lo que nos reconocemos.

De la política heredada a la política experimentada

Es muy difícil que el país sea algo para un niño. La educación tiene formas simbólicas y rituales de instalar algún tipo de representación de la sociedad o de la patria, del hecho de comportarse en sociedad, de pertenecer, de obedecer. Se nombra la patria, se la canta en un himno. Durante cinco años de primaria todas las mañanas más o menos mil niños en el colegio recitábamos el juramento a la bandera, una declaración de amor hasta la muerte por “la patria”. Colombia era un objeto de amor para mí cuando era niño, profundamente real, a pesar de que su contorno fuera totalmente difuso. Desde entonces, en algún sentido, el país me concernía, siendo de todos, también era un asunto mío; aunque no tuviera claro qué es “un país” o “el país” o “Colombia”.

Crecí cuando la televisión era primitiva, precaria y, al mismo tiempo, sumamente importante para todos. En ese escenario, para mí era un plan ver las sesiones del congreso que se transmitían desde el capitolio nacional, mi padre logró explicarme muchas cosas sobre cómo funcionaban, las entendí mucho mejor que el fútbol. Esas personas hacían las leyes. Había buenos y malos, usaban palabras muy raras y hablaban de forma muy distinta a como suelen hablar las personas habitualmente: hacían discursos. Esa palabra llegó a ser fundamental en mi vida, aún trato de entender todos sus significados. En la tele había personas que pronunciaban discursos, pero en la mesa del comedor mi padre redactaba los suyos y los corregía con mi madre. Nunca lo vi en una tarima ni pisé el consejo o la alcaldía, pero sabía que su oficio se llamaba “política” y se hacía, más de la mitad del tiempo, en una especie de fiesta que se llamaba “campaña”. En los años 70 los rituales de la política colombiana incluían un gran número de eventos públicos, en provincia se tomaban el espacio público casi completo: manifestaciones, discursos, afiches, banderas, pancartas, camisetas y ruido, mucho ruido.

Aparece un nombre que era además una causa, una identidad, la división del mundo y de las personas: El Partido. Le decían así, como si fuera obvio y no hubiera otro, solamente completaban el nombre institucional cuando gritaban, cuando gritábamos: ¡Viva el partido liberal! Y siempre se vestía de rojo, la idea, la camisa, el trapo, la bandera. El azul no era una opción, hasta que apareció Belisario: pero él eligió una paloma y creo que más colores. En ese punto no tenía idea de lo que pudiera ser “ser liberal” pero sabía que era un equivalente a “nosotros”. Luego entendí que existían “los otros” y que esos eran muchos: hasta que la línea se fue borrando y se convirtió en un montón de pequeñas grietas. Hoy, al rememorar, me doy cuenta de lo lejos que está esa situación, pero en la pérdida de relevancia de los partidos también hay pasiones y decepciones, rupturas y pérdidas afectivas.

La educación en política, la política en mi educación

Llego a Bogotá con 10 años y me encuentro con un profesor de historia que usa libros y documentos, pero no los libros de texto ordinarios. Leímos las cartas de Bolívar, el debate de la masacre de las bananeras y algo de historia económica. Los padres de familia querían matar al pobre hombre, yo estaba feliz, nos volvimos a ver años después y volvimos a leer las mismas cosas, ahora podíamos comprender todo mejor. El país había sido fundado por un hombre con un proyecto mayor, americano, pero se había embarcado en una sucesión irracional de guerras civiles que nos alejaron del sueño paso a paso. Una sucesión de monocultivos, de exportaciones de productos exóticos y materias primas. Del caucho y la quina, hasta las plumas, el tabaco, el banano y el café. Poca industria, centralismo y obediencia al poder de los Estados Unidos. Esto lo enseñaba también la literatura. El país era sus discursos, sus narraciones sus historias. Siempre me gustaron más los libros que las plazas, los salones de clase más que las oficinas, a los 14 años ya sabía que lo mío era leer, escribir y pensar. Tal vez me había salvado del riesgo de la plaza pública.

Mi infancia y adolescencia coinciden con el auge de cierto tipo de lucha guerrillera, el inicio del narcotráfico y la aparición del paramilitarismo. Antes de terminar el colegio se transmite en directo por televisión la toma del palacio de justicia, cuando me vinculo al movimiento estudiantil en la universidad nuestra primera actividad es protestar contra las masacres de Urabá al final de la década de los 80. Recuerdo haber seguido todos esos procesos desde muy joven gracias a libros que se conseguían en el mercado masivo -mi mamá los traía a la casa como una provisión más, así era también con la filosofía, siempre se lo agradeceré-  se trataba de obras de periodistas que contaban el nacimiento y evolución de las FARC y el M-19: el periodismo muy bien hecho retrataba a esos hombres con un aire heroico, aunque muchos tenían su parte francamente sanguinaria. El asunto estaba presente, lo común nos tocaba a todos. Antes de graduarme del colegio ya sabía cuales habían sido las razones de Tirofijo y los sueños de Jaime Bateman. También sabía que la religión tenía y tiene que ver con la política.

Religión y política

Cuando miro hacia atrás, después de una vida entera de relación íntima y vital con la religión como asunto y con la iglesia católica como institución, me doy cuenta de que he experimentado la versión más afirmativa posible del catolicismo. Muchos de mis contemporáneos tienen visiones muy diferentes sobre el lugar que en sus vidas ocupan la religión y la iglesia católica y creo que de estas diferencias dependen también nuestras diferencias políticas en una medida significativa. Este no es un punto menor ni anecdótico, la relación entre religión y política es una clave para explicar nuestros cambios sociales.

Me explico a mi mismo esta pertenencia tan clara a la iglesia por varias razones: mi experiencia está marcada por la evangelización y la educación que se impuso en la iglesia tras el Concilio Vaticano II, eso significa que me hablaron siempre en mi propia lengua, que el mensaje me llegó como uno de los desafíos más fuertes que he sentido y que este, inequívocamente, estaba presidido por la idea del amor. De ahí para adelante era fácil tener preguntas y comenzar a dialogar: para mi ser católico no es ni fue un formalismo, los rituales y las normas están en función de una relación fundamental de tipo personal con Cristo, que aparece, especialmente, en el rostro de los otros. Este último enunciado es la base de toda una construcción doctrinal: la teología de la liberación que lee, interpreta y actúa desde el mensaje cristiano concentrándose en la promoción de la justicia social. Este es el relato que fundaba mi educación religiosa desde niño. Esto no quiere decir que haya una línea continua de claridad y obediencia en mi experiencia. Al contrario, ha sido una historia de duda, problematización y estudio: ha sido difícil pero solamente he recibido respeto en medio de tantas dificultades.

Ninguna de las posturas que orientan de mi educación católica riñe con la idea de un estado laico ni con la búsqueda de la justicia social y, hasta donde entiendo, estimulan la pertenencia y la participación en la construcción de comunidad.

Muchos puntos de la agenda política dependen de cómo se relacionan los ciudadanos con las lecturas y los puntos de referencia que señala la iglesia como fundamentales. Además, el partido activo que ha tomado la iglesia como institución para garantizar el apoyo a ciertos procesos institucionales (proceso de paz, comisión de la verdad, etc.) contrasta con su silencio respecto a otros asuntos o con su explícita negativa en otros casos. La iglesia católica es también plural y tiene sus facciones y sus debates internos. Así pues, hay posturas religiosas que se conectan solidariamente con posturas políticas y esto hace parte del relato vital que los colombianos componen en cada caso, en formas más o menos complejas.

Educación superior y formación filosófica

He hablado de mi formación política en clave del recuerdo de mi infancia y adolescencia, un interlocutor crítico podría objetar que la política es un asunto de racionalidad y de mayoría de edad, sin embargo, lo que me muestra la proliferación de textos autobiográficos de esta temporada es que lo político se inscribe en nuestras vidas desde antes o como condición de esa mayoría de edad. Todas las experiencias afectivas que determinan los valores y las causas que nos definen hacen que escuchemos de cierta forma la voz de la razón, como lo diría el Platón de La República. Estamos dispuestos afectivamente ante las preguntas y las alternativas que nos plantea el espacio político. La cuestión está en si podemos sopesar esa disposición afectiva y respondernos adecuadamente las preguntas con las que el espacio político nos desafía.

Esta configuración de la razón con la que enfrentamos las preguntas de la situación política también podemos comprenderla biográficamente. Podemos preguntarnos ¿cómo hemos llegado a pensar como pensamos [en política]? Voy a optar por nombrar unas pocas ideas para no tener que contar los últimos 30 años de mi vida y el modo en que han forjado mi criterio político.

La experiencia de violencia de las últimas seis décadas en Colombia hace que quien opta por la razón, el discurso, el pensamiento entienda que su opción está en oposición a la situación de la sociedad en la que trata de encontrar un espacio. La razón y la violencia se oponen: son dos fuerzas e implican maneras de operar con ellas. Quien opta por la razón renuncia a la violencia y sus manejos, aunque no renuncia al poder: cuando optamos por la razón reconocemos que hay poder en las palabras, en los argumentos, en los discursos. Con ese poder y con esas fuerzas podemos disputar sobre las cosas que son de todos o que conciernen a todos. En el terreno de la discusión sobre lo común vamos más allá del diálogo y de la investigación sobre la verdad, entramos en el campo del disenso, del desacuerdo y operamos estratégicamente, según las reglas del discurso.

La filosofía puede aparecer como una pasión netamente intelectual: amor al saber, curiosidad, deseo de conocer. Esta idea se inscribe en la imagen del sabio contemplativo, aislado de todas las demás esferas de la vida. Al hombre teórico aristotélico siempre podemos oponer la figura del Sócrates descalzo que recorre los lugares públicos de Atenas al acecho de una conversación en la que pueda examinar a los ciudadanos. Para Sócrates no hay filosofía sin una clara motivación política. En efecto la filosofía ejercida con plena contundencia es la más alta forma de política. Vivir una vida examinada es un asunto político. La filosofía es una actividad racional, discursiva, conversacional, intelectual, en la que se pone mucha atención a la consistencia de la argumentación y a la legitimidad del razonamiento. La filosofía trabaja con el discurso y el pensamiento para que la vida sea una ocasión de plenitud para individuos y comunidades ¿De qué manera vale la pena vivir? Sócrates diría: de acuerdo con la justicia.

La experiencia colombiana reclama una investigación en pos de la justicia y no solamente una investigación teórica-conceptual sobre la acción de la justicia sino un examen individual y colectivo sobre lo que significa para la vida humana desarrollarse amparada por justicia y qué se necesita para que eso sea posible aquí. Plantear esa pregunta y hacerla constantemente a los individuos y a la colectividad es un deber para los filósofos aquí. Aunque todos los colombianos compartimos la experiencia de la violencia, rara vez la interrogábamos en la academia más estricta, muchos colegas se comportaban como si los espacios filosóficos necesitaran mantenerse ajenos a tal interrogación. Esa situación tiende a cambiar en la academia actual.

Interrogar la experiencia de violencia como asunto del pensar, como búsqueda de justicia, como contribución ciudadana, como respuesta a la interpelación de quienes la buscan y la reclaman, como comprensión de una posibilidad de operar según una lógica distinta a la de la venganza (ejemplo básico y aparentemente primordial pero recurrente en la experiencia colombiana).

Al final de la década de 1980, cuando entré a la PUJ, experimenté un contraste: la vida del país estaba convulsionada, herida, puesta en riesgo, violentada, por una combinación de poderosos factores  políticos y sociales; todos ellos claramente hostiles a la serenidad de ánimo, a la racionalidad y, sin embargo, la universidad fue para mi un espacio en el que pude tener experiencia de todo esto y, simultáneamente, ejercitarme junto a otros en la disciplina filosófica con la certeza de hacer parte de una escuela de pensamiento. Mientras realicé mis estudios participé en el movimiento estudiantil, desde allí promoví la iniciativa que habría de conducir a la Asamblea Constituyente que produjo la Constitución de 1991 y puso las bases de una democracia amplia, plural y basada en los derechos.

Pensar es pensar es pensar por sí mismo. Pensar es pensar críticamente. Aprender a hacer ambas cosas, a desarrollar esos aspectos del pensamiento, es un proceso que está bien definido si se lo entiende como una disciplina. Esta formación reclama tiempo y esfuerzo e implica, hay que decirlo, el riesgo que más se ha criticado en los filósofos y que parece ser una condición tanto de la profesionalización como de la práctica académica: el aislamiento. Quien se educa para investigar parece destinado a la especialización y esta demanda una minuciosidad que es muy difícil alcanzar sin reducir al mínimo la amplitud de los objetos de investigación. La investigación exige ahondar al máximo en las abstrusas y oscuras cuestiones relativas a cada subespecialidad del campo de estudio de que se trata. Para ser académico, un filósofo se especializa y al hacerlo se aísla, gana presteza y dominio de un lenguaje en el que resulta cada vez más difícil comunicarse con otros, de modo que termina por no poder hablar sino con algunos.

Justo en este punto comienza uno a valorar la posibilidad de hablar no como especialista ni como técnico sino como ciudadano. Pero como un ciudadano que precisamente por no ser un técnico en una rama específica, ejerce su actividad de juez de lo que le concierne, como común. Se trata pues de pensar, comprender, producir, promover formas de ciudadanía activa con las mayores posibilidades de operar en formas permanentemente perfectibles de democracia.

Ahora bien, el ejercicio de la ciudadanía en la democracia requiere reconocer que quienes pueden libremente ejercer ese derecho deben sentirse involucrados, conectados vitalmente con otros ciudadanos para quienes no ha sido posible el mismo ejercicio libre. Reconocemos una interdependencia constitutiva y una interpelación permanente e inapelable, activa y determinante. Encontramos que ciertas formas de alteridad que nos definen: como seres esencialmente vulnerables, constitutivamente interdependientes, siempre interpelados por los que ya no están y, de hecho, responsables por/ante los que aún no llegan.

Esta interpelación no solamente apela a las posibilidades emocionales, no solamente se dirige a nuestra capacidad para la empatía, apela además y sobre todo a nuestro sentido de la justicia: reclama, demanda una revisión de lo que somos y de los fines y las normas por las que nos regimos éticamente. Así como al modo en que comprendemos nuestro lugar y nuestra acción colectiva.

Esta acción colectiva, que cuenta con estas demandas de justicia, solidaridad de otros con o sin rostro determinado para cada uno, es la posibilidad de comprender la sociedad y el país como una construcción que nos concierne y la que podemos intervenir.

Una de esas es la reflexión sobre el voto.

Mi decisión

De la interpelación de nuestros conciudadanos, conocidos y anónimos, que pesa sobre mi desde la cuna y en virtud de la ciudadanía, se hace urgente votar racionalmente y con la voluntad de contribuir a adelantar y fortalecer el proyecto de nación de la constitución de 1991, cuidar y velar por la implementación de los acuerdos de Paz con las FARC y promover el éxito de un proceso análogo con el ELN. Además, velar por el reconocimiento y el cuidado de los derechos de todos los ciudadanos sin distinción ni restricción de ningún tipo. Abogar por la memoria y la voz de las víctimas. Promover una economía que lleve a las mujeres y los hombres de Colombia a una vida digna. Poner como prioridad del estado el cuidado de la Tierra como casa común y orientados por el respeto a los vivientes no-humanos. Promover la búsqueda de energías alternativas como proyecto común. Y, sobre todo, velar por la construcción de un país donde deje de existir la desigualdad, la pobreza y la inequidad.

 

Responderé a este llamado votando por Gustavo Petro y Ángela María Robledo.