Confianza y cautela

Meditaciones ante el proceso electoral colombiano.

Un proceso difícil

El domingo 13 de marzo fui jurado en las elecciones para congreso que incluían las consultas interpartidistas para candidatos presidenciales. Lo hice como voluntario ante la solicitud del consulado. Fue una experiencia interesante y distinta a otras en las que ya había prestado el mismo servicio, algo común para los profesores universitarios. La organización del evento fue satisfactoria. Durante la semana los votantes tuvieron la opción de votar en la oficina del consulado y el domingo se dispusieron 27 mesas en un centro comercial conocido y bien ubicado al que la gente acudió, la participación fue significativa pero no multitudinaria. Creo que tuve mucha suerte con mis compañeros de mesa, gente amable y respetuosa, también eran voluntarios y tenían la mejor disposición para la tarea. Nos pusimos de acuerdo sobre la función de cada uno en el proceso fácil y rápidamente. Instalada la mesa y con la llegada de los primeros votantes nos dimos cuenta de la dificultad que tenía esta elección pues cada ciudadano tenía que tener varias decisiones claras y realizar varios procesos que estaban lejos de ser fáciles, especialmente para personas de cierta edad. Para el senado había dos tarjetones, tres para la cámara y tres para la consulta. Además, los ciudadanos debían tomar la iniciativa en el caso de la consulta. Las preguntas y las dudas de los electores fueron muchas y frecuentes y la situación no hacía fácil responderlas y menos para los jurados que deben abstenerse de responder para evitar la posibilidad de la coacción al elector. Sin embargo, la jornada se desarrolló de forma fluida y las 4:00 pm llegaron sin mayor novedad. El conteo de votos y el diligenciamiento de los formatos fue una tarea compleja y extenuante (además de la destrucción del material electoral no utilizado), vaciar las urnas, contar los votos, clasificar los tarjetones, proceder a los conteos usando el documento cuenta-votos, verificar, llenar los formularios, revisar y llenar los espacios vacíos con guiones o asteriscos. En mi mesa terminamos cuatro horas después, no fuimos los primeros ni los últimos del puesto, seguramente otras personas necesitaron mucho más tiempo. Muchos factores pueden haber influido en eso, por ejemplo el número de votantes que efectivamente votó en cada mesa parece haber sido significativo entre las mesas de personas adultas mayores. Al llegar a casa los noticieros y las redes compartían los resultados que pronto serían cuestionados. En cuestión de horas la complejidad del proceso reveló los fallos y errores que podían cometerse en un proceso difícil y complejo. La manera en que la Registraduría planteó la elección y diseñó el proceso resultó ser más un obstáculo para la expresión de la voluntad popular que un canal para el ejercicio eficaz del derecho al voto. Además de estas dificultades que generan muchas dudas, desde el día de las elecciones se han planteado cuestiones sobre fraude, legitimidad de las instituciones e incluso incitaciones al golpe de estado. En la actual situación social y política colombiana es importante reflexionar sobre la participación en las elecciones y las condiciones morales de dicha participación.

Entre la confianza y la cautela

El espacio y las interacciones en las que se encuentran las personas que participan en una elección no son típicas y aunque están altamente reguladas y llenas de instrucciones quienes tenemos que realizarlas podemos tener dudas y dificultades.Aunque hay mucha información e instrucciones disponibles es muy común preguntarnos ¿qué debo hacer? no solamente en sentido procedimental sino en sentido ético. En el caso colombiano hay que sumar un elemento, tal vez un conjunto de elementos. Lo que hace nuestra diferencia específica nos plantea una dificultad extra: cargar a cada paso de nuestra vida social y política con una larga historia de violencia y los hábitos y los valores que ha engendrado en nosotros. Ser ciudadano colombiano implica realizar muchas negociaciones consigo y con los otros, algunas pueden ser tácitas y otras explícitas, y en ellas nuestras decisiones tienen un porcentaje grande de apuesta. No sabemos cómo va a actuar nuestra contraparte ni qué va a resultar de esas acciones. Para moverse en nuestro país, para relacionarnos con nuestros compatriotas, más vale ser cauto. Esto no quiere decir que se deba evitar la confrontación sino que incluso cuando estamos dispuestos a enfrentar un debate, un disenso radical, una protesta, no sabemos en qué punto la respuesta a nuestros gestos y palabras será la violencia letal de otros civiles o del estado.

Hay una paradoja o por lo menos una tensión entre la confianza y la cautela. Una parte de nuestras acciones es apuesta o un acto de fe. Eso ocurre en todas las sociedades, esos actos de fe o de confianza están a la base todos nuestros convenios, del crédito, de la fe pública, construimos nuestras vidas individuales y colectivas confiando en que las personas honrarán sus compromisos, que los plazos se cumplirán y que los documentos son auténticos. Cuando refrendamos todos esos procesos nuestra confianza se transfiere a la autoridad que actúa como su depositaria. Pero nosotros tendemos a extremar la cautela o a prepararnos para la confrontación. Nuestra cautela extrema, nuestra desconfianza, son síntomas de que algo está mal o que nos cuesta mucho trabajo. He escuchado de muchos conciudadanos la expresión he perdido la fe o que tal o cual institución, el estado mismo, no les inspira confianza. Eso es grave, sí pero la credulidad y la fe ciega en esta circunstancia, en todas, es simplemente insensata.

¿Cómo enfrentaremos las pruebas de confianza que vienen en los próximos meses? Mi pregunta podría expresarse en términos de ¿qué problemas tendremos que plantearnos como ciudadanos en los procesos electorales que nos quedan este año? Escribo esto más para aclarar el panorama de los problemas que para dar solución a los mismos, creo que algo ganamos cuando tratamos de plantear el problema que enfrentamos, cuando tratamos de no confundirlo con otros.

Preguntas morales de un ciudadano

Necesitamos distinguir los problemas de la ciudadanía que conciernen a su ejercicio y a los actos y decisiones que son del fuero individual del ciudadano, a la forma en que enfrenta sus propios actos, aquellos que domina y de los cuales puede considerarse responsable. No estoy considerando ni los actos en los que el ejercicio ciudadano implica la acción colectiva ni la relación entre el ciudadano con instituciones o el estado mismo. Estos problemas existen y son relevantes pero hoy no creo tener elementos suficientes para elucidarlos (habría que meditar sobre el estallido social y lo que ha ocurrido desde entonces hasta hoy, por ejemplo). Estoy meditando sobre las acciones y decisiones que corresponden al ejercicio de nuestro vínculo social y al rumbo de nuestros asuntos comunes y que son acciones y decisiones que dependen de cada uno, están en nuestro poder y somos responsables por ellas.

Si bien de estas acciones somos fuente y principio, somos autores y responsables en sentido básico, en estas acciones no estamos solos y su moralidad no obedece únicamente al modo en que un sujeto se expresa o se manifiesta. En estas acciones no estamos solos porque en estas acciones estamos ante otros, muchos otros que nos interpelan y nuestras decisiones asumen un carácter moral en la medida en que incluimos esas interpelaciones en nuestra deliberación sobre lo que debemos hacer. En nuestra deliberación debemos incluir no solamente a los conciudadanos en sentido general o abstracto. Ciertamente los tenemos presentes cuando consideramos nuestros deberes y las decisiones que se siguen de ellos, pero esta consideración es abstracta, formal, no necesita tener un rostro concreto para ser vinculante. En este caso hay rostros y nombres, historias, injusticias concretas que deben ser consideradas y que no podemos ignorar al deliberar sobre cómo hemos de comportarnos en los próximos meses como colombianos.

Las historias de las víctimas de la violencia de años nos interpelan, las injusticias cometidas, juzgadas o no, están pendientes y debemos contar con ese factor. Al pensar sobre si votar y cómo y cómo conducirnos en esas situaciones. Ante nosotros está la situación de los acuerdos de paz y la suerte que han corrido sus firmantes y los riesgos que corren hoy, en distintos territorios del país quienes han perseverado en los procesos. Ante nosotros están las personas que no podrán tomar la decisión de votar o no porque en su región hay grupos armados que lo impiden. Ante nosotros, están los ciudadanos que cuentan con que sus conciudadanos cumplan la ley y respeten sus derechos. Ante nosotros, interpelándonos silenciosamente y como una posibilidad, están los que aún no llegan y que deberán hacerse una morada en el país que les legaremos.

Estas presencias que tal vez aparezcan en nuestra deliberación demandan un compromiso con nuestras reflexiones y nuestras decisiones, no nos señalan qué hacer ni dicen cuál es la respuesta pero piden que tomemos estas preguntas con la mayor seriedad y tratemos de estar a la altura.

Las preguntas del votante

¿Votar o no votar?
¿Ejercer la función de jurado? ¿Cómo?
¿Ejercer la función de testigo electoral para un partido?
¿Promover el ejercicio del derecho al voto en nombre de un partido, movimiento o candidato? ¿Cómo?
¿Comunicar el desarrollo de lo que queda de la campaña y las jornadas electorales que restan?

Todas estas actividades invitan a consideraciones que no deben ser solamente estratégicas. No se trata de lo que hay que hacer para ganar o para impedir que otro gane. Se trata de lo que hemos de hacer para cumplirnos a nosotros mismos y a nuestros conciudadanos. No hay una sola respuesta válida a estas preguntas pero lo que todas reclaman es una meditación cuidadosa sobre nuestras decisiones, nuestras acciones y su sentido.

Una de las escenas que más observé repetirse el pasado 13 de marzo era la de una persona preguntando en voz alta a sus acompañantes “¿entonces qué es lo que tengo que hacer?” Sus acompañantes procedían a darle instrucciones, en muchos casos acercándose peligrosamente a los espacios en los que los votantes deben estar totalmente solos y emitir su voto con plena libertad y a consciencia. La escena es de una persona renunciando a su agencia, autodeterminación y sobre todo a su responsabilidad . Las consideraciones que hay que hacer para votar son muchas y requieren que nos informemos, juzguemos, investiguemos y que asumamos sobre nuestros propios hombros las responsabilidades de votar o no, votar por este o aquel, etc. Hasta el momento de entrar en el puesto de votación podemos discutir nuestras opciones con otros, pero al entrar al puesto estamos solos, aunque tantos nos acompañen en la memoria.

Las preguntas del jurado

Los ciudadanos que prestan el servicio como jurados tienen que hace unas consideraciones adicionales. Lo ciudadanos que han sido designados como jurados tienen un deber. La función que van a desempeñar no se refiere su libertad o sus deseos. A los jurados no les corresponde deliberar sobre las acciones que les están permitidas sino conocerlas. De ellos se espera diligencia en la ejecución de sus funciones. Deben comprenderlas y poner todo su empeño en cumplir el objetivo del proceso. Para quienes sirven a sus compatriotas y al estado, el objetivo es velar por que sus conciudadanos obren libremente al votar y puedan hacerlo sin obstáculos. Esta situación no quiere decir que el jurado no tenga preguntas que plantear y decisiones que tomar, pero, si el jurado tiene claras sus funciones y su compromiso con el objetivo la cuestión es simple. Se trata de cumplir.

El servicio del jurado depende de un compromiso especial de índole moral personal, el ciudadano debe tener muy claro que su posición de custodia del proceso y de los documentos no debe servir para que su opinión y sus opciones se favorezcan, su trabajo no le permite manipular el proceso, ni los documentos, ni la información para favorecer a otros. Así como el ciudadano particular puede encontrarse con personas que traten de influir sobre él para que vote de tal y cual manera, o se abstenga de hacerlo, por medio de amenazas o de violencia o de oferta de dinero o regalos y estas situaciones atentan contra el voto libre. Así también los jurados pueden encontrarse con personas que les propongan manipular el proceso, los documentos o la información para favorecer a alguien. En el jurado mismo puede haber personas que traten de organizar los procesos para favorecer a alguien. Esto puede causar confrontaciones graves.

En nuestro país esto ha ocurrido de muchas formas y muchos ciudadanos han sido puestos a prueba y han corrido grandes riesgos en tales circunstancias. Quienes libremente votan y quienes libremente ejercen como jurados son personas privilegiadas en la medida en que no enfrentan violencia ni amenaza y pueden cumplir su deber de forma inmediata. Los ciudadanos que sufren presiones con dinero o violencia se encuentran cara a cara con la violencia más antigua en nuestro país y resulta muy difícil exigirles un sacrificio. Y sin embargo existen formas de dejar constancia de estas violencias y dar a conocer estas irregularidades. Las personas que presionan a otro para que vote de determinada manera defienden su acción de muchas formas. Abundan los argumentos y las excusas para justificar una inveterada corrupción del sufragio. Una especie de cinismo anima al corruptor y al corrompido. Todo está tan mal que lucrarse por esta vez con la pereza y la indiferencia de los otros ciudadanos que no ejercen su derecho no parece estar mal del todo. Esta no es una mera contravención, ni siquiera una trampa, es un acto de violencia de enormes consecuencias pues atenta contra la posibilidad misma del estado.

El ciudadano ante la crisis institucional

Desde las elecciones hasta hoy lunes festivo 21 de marzo el clima político e institucional se ha deteriorado notablemente. A los errores y dificultades del proceso se suman problemas en el escrutinio y en las últimas horas el anuncio de un reconteo general por parte de la Registraduría. Los pronunciamientos de los líderes políticos muestran un panorama crítico. De nuevo la cuestión de la confianza y la cautela se hace presente pero ahora parece que se trata de la relación de los ciudadanos con las instituciones. Los partidos y movimientos se acusan unos a otros, las dudas sobre la Registraduría crecen cada minuto, las preguntas sobre la posibilidad misma de la democracia se plantea y replantea en nuevas versiones cada vez que se consulta la opinión de un actor político. Las reflexiones morales sobre la situación y cómo enfrentarla se hacen muy difíciles en este punto. Agradezco la contribución de los lectores con opiniones, información y nuevas preguntas al respecto.

Sueño con escribir, segunda parte

I. 

La semana pasada esbocé un proyecto en el que trataré de encontrar la mutua afección de las ideas en las vidas y las vidas en las ideas. Pronto comenzaré a enfrentarme a los problemas propios de construir esa secuencia, tal vez encuentre problemas recurrentes, coincidencias, patrones. Seguramente me estrellaré con las concepciones tradicionales de la relación vida-obra que es un problema tan interesante como ineludible. Iré registrando aquí los progresos y los bloqueos en este camino que no tengo tan claro todavía.  

No importa cuantos malabares haga ni cómo trate uno de deconstruir el asunto, tendemos a suponer que para un profesor de historia de la filosofía resultan familiares los temas habituales para los lectores de biografías. Los dos géneros resultan atractivos a escritores y lectores pero hay que tener cuidado. A veces parece que hay un riesgo en la historia de la filosofía, olvidar la realidad por estar pensando en la filosofía. Uno aspira a poder pensar filosóficamente la realidad es decir: pensándola mientras se cuestiona la manera en que la está pensando. Para eso nos aconsejan que en lugar de plantear preguntas con un modelo concepto-obra-autor (ej: la reminiscencia en el Menón de Platón) vayamos al problema mismo y pongamos en función del problema los conceptos, las obras y los autores como recursos o herramientas para pensarlos. 

Hoy quiero hablar un poco de mi experimento con el planteamiento problemático (por oposición al histórico) y de cómo ha evolucionado mi segundo sueño de escritura. 

II.

Los últimos años han sido muy duros para los colombianos. Después de la firma del Acuerdo de Paz, el triunfo del no en el Plebiscito, la mezcla de negligencia, mala fe y corrupción con que se han asumido los compromisos del estado con el Acuerdo durante este gobierno, los asesinatos de líderes sociales, de defensores del medio ambiente, de periodistas y de civiles, diversos sectores de la sociedad a buscar todo tipo de expresiones de inconformidad que confluyeron con el Paro Nacional para configurar lo que se llamó el Estallido Social

No puedo aún hablar de esta situación en pasado. Un presente continuo se despliega como pregunta delante de mi consciencia y no logro encontrar sus límites y los conceptos que lo hagan inteligible. Además, estos últimos años tan difíciles de vivir para nosotros, coinciden con un conjunto de fenómenos y choques de fuerzas en muchas partes del mundo, han sido años difíciles para todos

El presente le parece la época más difícil a cada generación pero desde que convivimos con la posibilidad de darnos muerte a nosotros mismos como especie y dañar el planeta de forma irreparable este presente, el nuestro, parece no sólo difícil sino imposible. Esa imposibilidad, esa insuperable dificultad de nuestro tiempo, aparece con el signo de la economía y de la ecología, para muchos se muestra como una crisis espiritual, yo creo que se trata de un problema político. 

Así, mi problema es un problema político y la coincidencia del proceso colombiano de los últimos años con las tendencias globales lo hizo más urgente y profundo. 

III.

Durante esos años que llamo últimos, he estado escribiendo sobre Nicolás Gómez Dávila, ocupándome de su obra, de la recepción de la misma, de sus posibilidades de interpretación. Trabajo académico formal muy tradicional, si no fuera porque en Colombia no somos muy dados a ocuparnos de lo que escriben los colombianos, ahora somos pocos pero lo hacemos. De esto hay que hablar largo pero será otro día. 

Gómez Dávila (1913-1994), gran escritor, erudito, admirable autodidacta, lector incansable, bibliófilo, se considera a sí mismo un pensador reaccionario y puso su obra en la palestra entre 1954 y 1992. En un ambiente de crisis mundial en el que la cultura y las letras estaban más dispuestas a asimilar a los revolucionarios que a sus antagonistas. No había lugar para escritores reaccionarios en la segunda parte del siglo XX. Gómez Dávila expuso su pensamiento reaccionario en una obra extraña que caracterizaba con toda propiedad nuestro presente. Para mi, Gómez Dávila es un reaccionario lúcido y no tenerlo en cuenta como referente para pensar los problemas políticos del presente es un error y una pérdida. 

Habitualmente, el reaccionario no es considerado interlocutor válido en la discusión política, más que disenso o contradicción sus palabras inspiran rechazo. Un rechazo que incluye los discursos, las obras y la persona. El discurso reaccionario parece condenado a una suerte de ostracismo, especialmente en ambientes culturales que se definen como progresistas, revolucionarios o liberales

Tan triste como el rechazo en estos ambientes es el deseo de apropiarse del discurso del pensador reaccionario que tienen quienes defienden discursos radicales de ultraderecha, he encontrado citas de Gómez Dávila en textos de las sectas más exóticas del espectro político. Estos rechazos y asimilaciones son lo que caracterizan lo que todavía se llama debate político contemporáneo. Rechazo, cancelación y muchas otras formas de invalidar el discurso del interlocutor recurren a la táctica de sacarlo del diálogo por principio, negándole de plano la posibilidad de ser escuchado. Hemos usado el término polarización para describir la dificultad: en la presente situación el debate político tiende a ponerse en términos de extremos irreconciliables en los que el contenido de toda conversación posible será puesto en duda sistemáticamente si la fuente que lo origina es un otro.

IV.

Esta situación me llevó a soñar con un libro (un proyecto unitario) en el que podría abordar las cuestiones de la polarización en política, las dificultades de poner en marcha una conversación política en nuestro peculiar contexto tecnológico, desde el punto de vista del ejercicio de la ciudadanía

Ante esta claridad me asusté y rápidamente comencé a pensar en otro libro con una pretensión más modesta sobre el pensamiento reaccionario de Gómez Dávila y su aporte a la situación presente. Al pensar así estaba volviendo a la madriguera segura del concepto-obra-autor. Buscar lo que él podría aportar le daría consistencia al trabajo, lo remitiría de nuevo al texto, lo pondría dentro de unos límites claros. Esta parecía la opción prudente si lo comparo con la pregunta por las condiciones de posibilidad de la discusión política contemporánea

V.

Ahora que hablo del miedo a mi segundo sueño de escritura y de la escapatoria que se me presentó veo que debo insistir. Debo convivir con el miedo y perseverar en construir la pregunta misma, parte por parte. Cuando lo que quieres es pensar una pregunta y no sirve otra cosa que su esclarecimiento ¿para qué hacer otra cosa? Hay un riesgo en chocar de frente con un problema y ser derrotado, claro. Pero también hay un riesgo igual de grande en preguntarle al que ha sido tu maestro hasta el límite, pedirle cuentas, reclamarle ayuda, exigirle luces para asuntos que no tuvo por qué haber pensado. El riesgo de no poder idealizar más al amado y admirado autor en el que has invertido tanto tiempo. Aquí hay un amasijo de perversiones que toca indagar, pero no hoy. El demonio en la esquina del cuarto se emociona.

El problema se ha ido mostrando, o tal vez sin darme cuenta he ido acumulando las dificultades, acopiando opiniones y términos, preguntándome por lo que significan. El siguiente párrafo no tiene una redacción satisfactoria, funciona como una lista de mercado, pero es mejor que nada:

No es fácil ubicarse en la política del presente, las líneas que la conectan con sus antepasados no son claras porque muchas veces los nexos que proclama con ellos son pura impostura, así que el origen de las doctrinas no es claro pero hay que establecerlo. El problema de la política y la mentira es tan antiguo como ambas, casi tanto como el problema de la opinión. La cuestión del espectro político, esa extraña imagen de un continuo entre extremos, ese plano cartesiano donde cada discurso tiene su lugar. Sospechar de ese sistema implica definir al revolucionario, al reaccionario, al liberal, al conservador, a las izquierdas y las derechas, hablar del centro. Además hay que tocar el tema de la relación entre religión y política. Las formas de exclusión por raza y género. El totalitarismo y la autocracia. Esta enumeración podría articularse por su referencia a la pregunta “¿Es posible pensar las condiciones de posibilidad de la discusión política contemporánea?” Al enunciarlo así aparece de inmediato la cuestión del lenguaje racional y las emociones. Es decir, todo esta asunto puede no ser una cuestión de discusiones sino de un gran número de prácticas y estrategias. Y justo cuando me dispongo a enunciar este corolario “¿es posible encontrar en esa discusión un lugar para el reaccionario?” Aparece el problema del populismo, que siempre me ha superado. Finalmente ¿Cómo es posible una conversación política dadas las condiciones tecnológicas que nos determinan?

***

Hacer este ejercicio pudo haberme conducido a abandonar el problema/la pregunta (el proyecto habría dicho en una vida pasada) pero dado que he renovado el pacto con el demonio en la esquina del cuarto, este ha sido mi conjuro, creo que puedo seguir intentándolo. Debo decir que quiero escribir para entender y tal vez para ayudar a otros a entender conmigo estos problemas así que también debo estar pendiente de ponerme filosófico sin ponerme filósofo en el sentido profesional del término. Quiero escribir un ensayo (o varios) legible(s) en los términos más amplios de los que sea capaz. Aquí aparecerán en entregas futuras, los pasos en esa dirección.