Llegar a la filosofía o la llegada de la filosofía y de los filósofos

Sobre una pregunta de Juan Pablo Iglesias formulada en diciembre de 2022

Pregunta: siendo parte de lo que se califica como middle age ¿Cómo llega uno a la filosofía?  Me explico: yo elegí Platón, pero no voy a encontrar todo en él, ¿Cómo encuentra uno lo que realmente puede hablarle, o quienes puedan hablarle? A veces pienso que por mi forma de ser Schopenhauer puede hablarme, y sin embargo hay un gran vacío de ignorancia. ¿Cómo aproximarse a más formas de pensar la realidad?, yo lo he intentado a través de Twitter seguir a quienes hablan de pensadores … pero solo se llega a ellos leyendo, ¿Cómo elegir esas lecturas? – bueno, como me dijo alguna vez un asesor de ventas de Apple en la 5 avenida cuando le pregunté si podía hacerle una pregunta: Ya lo ha hecho.

Esta pregunta son varias preguntas y no creo poder resolverlas satisfactoriamente, pero tal vez ya por eso, precisamente, se trata de preguntas filosóficas. 

Eso es lo primero, no hay un método para la filosofía en el sentido de un método externo a ella, general, que funcione para todo aprendizaje. Preguntar por la filosofía, por las formas de su experiencia, es decir, por las formas en que experimentamos la filosofía es un ejercicio filosófico, no se puede resolver sin filosofar.

Me llaman la atención muchas cosas en su formulación, no creo que haya en esa forma de decir las cosas nada casual o carente de motivos. Es interesante que mencione la edad en la que estamos, que hable de la elección de Platón, que mencione una posible afinidad con Schopenhauer y justamente por su carácter. Me parece importante la distinción entre “quién” y “qué” puede hablarle a uno. Eso último es sumamente importante porque veo que usted se interesa en la filosofía no por esa búsqueda de la cultura que a veces motiva a algunos que quieren «saber de filosofía» en lugar de filosofar y hacerse preguntas para pensar sobre asuntos que les importan. Me alegra que sea usted de los que se interesan en pensar lo que importa.

En efecto, como usted lo dice, hay diversas formas de pensar la realidad, la filosofía tiene sus disciplinas y estas sus métodos. Pero, además, las investigaciones filosóficas más interesantes son aquellas en las que una forma de comprender la realidad está en transformación, confrontando sus límites y concibiendo otras formas de ser en el pensamiento. Tal vez en esos casos singulares tiene sentido lo de seguir autores. También los seguimos porque desarrollamos una peculiar relación con sus caminos y sus procesos, a veces también los seguimos con verdadera pasión, casi erótica en unos casos, mística o religiosa en otros. Algunas de esas idolatrías pueden ser más generosas y creativas que otras, mi favorita es la pasión de Platón por Sócrates. Cuántas obras de sus contemporáneos, víctimas de la misma pasión, se han perdido y nunca podremos conocer. Hay algo en las pasiones que despierta Sócrates que tiene que ver con su pregunta: la pregunta por el encuentro, por los encuentros que transforman. Sócrates es de esos que sale al encuentro. Platón nos lo muestra en esa actitud en varias ocasiones. 

Recuerdo -si pudiera evitarlo lo evitaría, pero es más fuerte que yo y una parte de mis primeros años de formación filosófica- Recuerdo, un párrafo de Heidegger en un ensayo que se llama De camino al habla en el que decía el viejo horroroso que hay asuntos a cuyo pensar nos solamente hay que dedicarse o ponerse, como quien se pone a una tarea, como quien se pone manos a la obra en un trabajo. Hay asuntos del pensamiento que nos asaltan, nos tocan, se nos imponen. No obedecen a nuestra voluntad ni a un plan de estudios o a una investigación que hayamos proyectado. Esos objetos nos tocan si estamos en disposición de serlo, si nos hemos permitido ser o estar susceptibles a su asalto. Si nuestro espíritu está en cierta disposición, permeable. No se trata de estar atento, más bien al contrario, estar en disposición de que algo llame nuestra atención de tal modo que se haga inevitable, impostergable, para nosotros, pensarlo. Esos encuentros tienen la forma del problema y la pregunta, a veces importa quién nos ha puesto la pregunta delante, a veces no, a veces el problema es más urgente y atractivo que su emisario.

Los encuentros con autores tienen, para mi, analogía con formas concretas de relaciones humanas: ocurre con los autores como con los encuentros con los amigos, los amores, los enemigos, los maestros. Los hay únicos y significativos, épicos, cruciales e imperativos (a veces los autores pueden ser padres o madres y tender lazos y dominios, ser ocasión para formas edípicas de lectura y dependencia intelectual, a veces están tratando de echarnos y nosotros leemos todo como si tuviéramos la obligación de quedarnos y cumplir algún designio absurdo, esas relaciones hacen que uno trabaje mucho, pero no en lo propio, suelen ser tristes). En cambio, hay autores que están ahí esperando su turno y cuando por fin les llega nos parece absurdo que no los hayamos leído con atención antes. A mi me pasó con J. L. Austin, agradezco haberlo leído, mi pensamiento no sería lo mismo sin él. Algo similar me ocurrió con Epicuro y se convirtió en un romance tormentoso de un par de años, luego en una amistad imprescindible. Están ahí y no los hemos dejado tocarnos, hasta que un día lo permitimos y la vida cambia. 

Pero hay otros que llegan como si los mandara el destino. 

Con todo lo mítico que eso suene, así me llegaron Nietzsche, Heráclito, Gómez Dávila y Platón. Me llegaron a las manos y me enamoré instantáneamente. Luego fui tratando de entender qué pasó en cada caso pero toda explicación retrospectiva es literaria, crea una ficción verosímil de lo que uno pudo haber sentido y pensado entonces, siempre desde lo que sabe o cree saber ahora. Me gusta recordar que mi cabeza siempre me dijo en el primer encuentro «no entiendo nada» y algo me hizo perseverar. No hay regalos gratuitos ni fáciles en la filosofía, parece.

Recuerdo que a Gómez Dávila lo recibí de manos de alguien que pensó que yo debía leerlo, con el tiempo me di cuenta de que podía compartir esa lectura con amigos y amigas que atravesaban el mismo trance.

Nietzsche llegó en el mercado, con los víveres de la semana en una edición económica. Zarathustraregalado por mi madre, sonaba muy bien, muchos años después me parece increíble haber pensado que podía medírmele a un libro así, aunque no haya entendido nada, había algo que me hizo mantenerlo cerca, hasta que años después y de la mano de otro amigo llegó La Gaya Scienza. Muchas cosas se aclararon, porque las preguntas que creó en mi ese libro maravilloso me hicieron leer otras cosas y buscar mis armas, los elementos para comprender. Esa es otra forma, menos espectacular pero igualmente importante, de llegar a la filosofía: la necesidad. La amistad y la necesidad mezcladas trajeron a Rancière, Nancy, Didi-Huberman. 

Los griegos llegaron también con las lecciones sobre la erudición, las ediciones, los aparatos críticos, las discusiones y toda una mecánica de trabajo y de consulta, la importancia de las fuentes y no solamente de las traducciones sino de toda la historia de la información, de los libros y los formatos. Con el tiempo esa situación habría de señalarme una de las preguntas más importantes para mi: la relación entre la técnica y el pensamiento, en su versión más concreta: la relación entre las tecnologías de la información y la comunicación y las formas de pensamiento. Esta pregunta apareció sin embargo, buena suerte la mía, gracias a las lecciones del profesor visitante Ferrán Lobo, que venía de Barcelona a hablar de estética en la facultad de arquitectura de Los Andes. Gracias a él aparecieron Eric Havelock y Carlo Sini. 

Para ser capaz de ahondar en el misterio de un fragmento de Heráclito hay que saber manejar una biblioteca, pero eso precisamente vale la pena porque esa voz con la que Heráclito nos habla nos abre los ojos ante el cosmos de forma tal que nada puede cerrarlos. Algo similar pasa con Platón, pero él tiene, como usted ya sabe, sus propios secretos y dificultades. Ante ellos, en lugar de huir, uno se empecina más en la búsqueda. Platón ha llegado muchas veces a mi vida y a mis estudios, de maneras distintas, brilla de mil maneras y nunca deja de sorprende, de seducir ni de dejarme asombrado. Todo autor es un misterio pero Platón lleva la vivencia del misterio a situaciones que otros no sueñan siquiera.

Uno de los filósofos más importantes para mi llegó por una clase, eso también puede ocurrir. Jaime Rubio nos dió quince días para leer la introducción de De la gramatología de Derrida. No entendí nada y seguí sin entender varios meses hasta que apareció Firma, acontecimiento y contexto, un artículo en el que Derrida «performaba» sus operaciones filosóficas, ponía en funcionamiento la deconstrucción de talforma que se hicieron visibles para mi. Más que la forma y el fondo, lo que me mostraba este texto era la manera de hacer y lo hecho. Se volvió a abrir el mundo ese día. Recuerdo haber escrito mucho para poder exponer el texto y recuerdo la mirada escéptica del Profesor Rubio, lo que venía era una montaña de dificultades pero resultaron gratas, por Derrida llegaron varios autorxs y problemas que se hicieron vitales, como J. Butler.

Creo que no he respondido, lo dije desde el principio, sin embargo creo que lo básico es estar dispuesto a ser tocado por lo que uno no ha previsto y se le ofrece, ser capaz de distinguir que es a uno al que le hablan y hacer el esfuerzo, perseverar ante la dificultad. 

Gracias por la pregunta y por leer la respuesta.

Dos metáforas (y un recuerdo)

Para Franco Alirio

Hoy escribo sobre dos frases que no entiendo del todo pero que tengo que entender. Están pendientes y durante años he pospuesto la tarea de seguirles la pista o intentar descifrarlas. Se han ido quedando ahí, en un mismo cajón de mi memoria, como si restara con ellas todavía un encuentro en el que algo puede ocurrir. No son epifanías sino su opuesto: palabras en las que algo se ha ocultado sin que yo sepa qué ni cómo sacarlo a la luz. Están en el fondo de los dos intereses sobre los que he escrito en estos días: la escritura biográfica y el diálogo político.

No veo un orden en ellas ni tengo claro si mi memoria es fiel, tengo miedo de volver a donde creo que se encuentran y no encontrar más que las cenizas de una ilusión que ha ido adornándose con el disfraz de la intriga. Se trata de brevísimos pasajes de un libro que he leído muchas veces ¿cómo, entonces, puedo dudar de lo que dicen y de lo que significan? Ahí está el asunto, uno vuelve a leer un libro siempre por razones nuevas. Tal vez encuentre lo que estaba buscando o entienda que en esas páginas hay algo que aún no logra comprender.

Rodeos

Los académicos aprendemos tanto a delimitar problemas, a definir exactamente cual es la extensión de la minucia con la que nos proponemos ser minuciosos que nos hacemos expertos en sacarle el cuerpo a los problemas con los que no podemos tratar “en el presente trabajo”. A veces es estrategia de exposición, una argucia retórica, otras honestamente es la necesidad de eludir un problema que podría absorber nuestra mente para siempre, como un agujero negro. El rodeo es una relación con la idea que nos liga a ella de una manera muy fuerte, tan fuerte como puede serlo la comprensión o la expresión. No tiene la intensidad concentrada del “¡Eureka!”, pero mantiene una tensión firme que se hace casi imperceptible, que aprendemos a ignorar pero que no podemos negar nunca. La idea se agazapa a veces, a veces somos nosotros los que le hacemos desplantes, le incumplimos deliberadamente la cita y la dejamos para después, en todo ese tiempo no hemos dejado de pensarla, de anhelarla ni de preguntamos por el sabor que tiene más allá de la cáscara. 

Dos metáforas de Platón

Platón. Me gusta contar que con él descubrí el amor por la filosofía, tan intenso era este que fácilmente llegaba al delirio. Eso se debe a que con los Diálogos y con Franco Alirio Vergara, mi maestro, aprendí realmente a leer, es decir a vivir en los textos y a hacerlos vivir en mí para entenderlos. Franco y los Diálogos cambiaron mi mundo para siempre y lo hicieron con el Fedro y el Banquete. Amor, amor por todas partes. Pero, como si el propio Platón me lo hubiese aconsejado, traté de moderar mi pasión y me obligué a mi mismo a leer ese cuerpo extraño que es la obra de Aristóteles. Me lo impuse como una penitencia, pero igual me enamoré del discípulo casi con tanta pasión como me ocurrió con el maestro. Con esos amores era clara una cosa: el amor por la filosofía aparecería en todos los textos, en todas las voces de ahí en adelante. Cuando lo entendí pude volver a ese cuerpo apasionante de los Diálogos con serenidad suficiente para poner atención y en eso estoy ya hace muchos años. 

Tejido teñido

En la República ocurren muchas cosas, es un libro escrito con tanto cuidado que da la impresión de que Sócrates está hablando con plena naturalidad y eso mismo hace que uno vaya de razonamiento en razonamiento sin tener siempre una clara noción de dónde se encuentra. Es una trampa magistral pero está diseñada también para ser resuelta y tiene muchas soluciones posibles. Un día tendré que escribir sobre cómo me parece mejor leerla, cuales han sido mis hilos de Ariadna al recorrerla. También cuales han sido los atolladeros que no he podido vencer. Hoy quiero señalar un par de frases que sirven para imaginar a los seres humanos y los rasgos que los hacen vivir cómo viven y contar sus vidas como las cuentan. Creo que esa es una de las razones por las que estas frases siguen llamándome la atención.

La primera frase está al inicio de uno de los incidentes más controvertidos de la filosofía. Sí, hay que decirlo como si fuera un escándalo, la expulsión de los poetas de la polis. Suena atroz y precisamente por eso hay que leerlo con atención. Es un incidente con antecedentes que lo explican, le dan un sentido. Obviamente hay quienes dicen que no hay tal expulsión o que no la debemos entender como algo tan fuerte, otros dicen que es evidente que hay una expulsión y que esa es precisamente la clave de todo lo que pasa no sólo en la República sino en la Filosofía misma. Problemas enormes de la filosofía y la cultura se atraviesan por estos textos y nos dan razones para releerlos. Cuando nos concentramos en cada paso y vemos los detalles entendemos que nada es tan simple y que Platón hizo un trabajo primoroso al fabricar cada una de las expresiones sobre las que enfrentó estos problemas. No me voy a fijar en la batalla, sólo voy a concentrarme en dos armas usadas en medio del tumulto.

Tenemos que poner muchísimo cuidado con los cuentos que los niños escuchan desde la cuna, todo padre lo diría hoy pero cuando el Sócrates de la República lo dice está pidiendo que revisemos lo que han hecho por generaciones los padres y maestros de los griegos desde Homero, también las abuelas y las nanas. Está pidiendo que los griegos sospechen de lo que los hace ser griegos, lo que todos tienen en común a pesar de sus diferencias. La razón no es obvia para sus compañeros ni para sus compatriotas ¿por qué dudar de estas historias que han cumplido con tanto éxito la tarea de educar generaciones? Porque esas historias nos afectan psicológicamente y esos afectos se convierten en rasgos de comportamiento y disposiciones morales. Los poetas moldean nuestras almas con sus cantos, imitamos a los heroes cuyas palabras memorizamos, aprendemos a ser lo que imitamos y no está claro que eso produzca buenos ciudadanos, personas que puedan construir una sociedad libre orientada a la justicia. Esto que parece razonable dicho así no tiene nada de evidente ni de claro para los conciudadanos de Sócrates. Hay que explicar las cosas paso a paso y Platón se dio a la tarea. La poesía afecta el alma, los temores y dolores de los héroes que cantan los poetas imitándolos se encarnan en quien escucha. Se convierten en su disposición a actuar respecto a sus propios dolores y temores. Porque el que escucha también imita y lo hace tanto y de manera tan íntima que se convierte en una versión mezclada de sus héroes y sus dioses, con sus iras, con sus carcajadas y sus miedos. El pueblo que inventó el teatro, la tragedia y la comedia ha criado generaciones trágicas de hombres y mujeres que lloran y ríen como sus héroes y heroínas. Ha imaginado lo que es bueno y justo a partir del ejemplo de sus dioses, se ha respondido la pregunta sobre lo que debemos hacer y cómo debemos vivir volviendo a relatar sus historias.

La República toma distancia de ese proceso, revisa esas costumbres y construye las nociones y conceptos que se necesitan para hacerlo. Aclaremos qué es lo justo y cómo afecta la vida de las personas, cómo aparece en su carácter, dicen Sócrates y sus amigos. Explican la vida hablando del alma y la justicia tratando de entender lo que la hace excelente. Estas dos son dificultades mayores, casi imposibles, así que hablan de la ciudad para hablar del alma y de la formación en la excelencia considerando la formación de los guardianes. Ahí, para decir que la formación moral tiene que ver con lo que pensamos y que en algún momento comenzamos a pensarlo Platón puso en boca de Sócrates la frase que hoy quiero subrayar. La adquisición de una disposición moral se ilustra en las palabras de Sócrates en las que nuestro pensamiento, nuestras opiniones o creencias se tiñen de una manera indeleble. La poesía y los mitos actúan como poderosos tintes del alma.

Las impresiones que a esa edad reciben suelen ser las más difíciles de borrar y las que menos pueden ser cambiadas.(378.d-e) (Trad. C. Eggers) 

Voy a copiarlo en griego también: 

 ἀλλ᾽ ἃ ἂν τηλικοῦτος ὢν λάβῃ ἐν ταῖς δόξαις δυσέκνιπτά τε καὶ ἀμετάστατα φιλεῖ γίγνεσθαι

Y en la versión de Grube:

 the opinions they absorb at that age are hard to erase and apt to become unalterable.

Ese comentario que sirve a Sócrates de argumento para tener mucho cuidado en escoger, dice justo en seguida: los primeros relatos que los niños oyen, de modo que escuchen los mitos más bellos que se hayan compuesto en vista a la excelencia. A qué llamamos excelencia y cómo cree Platón que es posible educar ciudadanos para que sean justos en una comunidad bienaventurada es un tema largo que podemos tocar en otra ocasión.

Por ahora miremos las palabras y reflexionemos sobre cómo entendemos lo que pasa cuando llegamos a tener una opinión o un modo de pensar ante la vida. Lo que a esa temprana edad se toma en el pensamiento se vuelve difícil de lavar e inalterable. Sería una versión literal de la frase. La llegada del tinte al pensamiento parece tener la forma de una mancha. Cuando nos cuentan las peleas entre los dioses, las heridas que se causan, recibimos el relato con plena contundencia, nos resulta imposible filtrar o interpretar, no tenemos elementos ni habilidad para considerar si se trata de una alegoría (ὑπόνοια). Nuestro pensamiento es totalmente susceptible y se va a teñir con lo recibido. El papel del poeta, del maestro, de los cuidadores del niño es vital pues reside en ellos la decisión sobre aquello que con rondas, juegos, canciones e historias tiñe el alma del niño desde entonces y para el resto de su vida. Con la imagen de un tinte que es muy difícil de lavar (δυσέκνιπτος), una coloración que difícilmente puede ser cambiada (ἀμετάστατος) Platón nos habla de la gravedad de un acto que por generaciones se ha realizado de manera espontánea e irresponsable. Si comparamos lo que los mitos hacen en el alma con lo que un tinte hace en una tela, debemos se capaces de entender la importancia de vigilar el contenido de las primeras historias que escuchan los niños.

Platón volverá a la metáfora de una tela teñida cuando revise su proyecto educativo en el libro IV, si los guardianes son realmente valientes serán capaces de conservar las creencias sobre lo que es digno de ser temido a pesar de todo, el modo en que estas creencias se encuentren en su alma es el modo en que un tinte indeleble está en una tela. Entre 429.d y 430.b nos cuenta cómo los tintoreros tiñen las telas en las que aplicarán los tintes indelebles: se aseguran de buscar la lana más pura, la que es naturalmente blanca, la preparan para que absorba el color de la mejor manera y sólo entonces aplican la púrpura. Cuando una tela ha sido tratada de esta manera nada le quitará el color, no importa cuántas veces la laven. Con esta imagen, Sócrates explica la efectividad de la educación de los guardianes diciendo que esta ha logrado impregnar su alma de una forma tan firme que aunque los guardianes enfrenten los más duros detergentes, un lavado con los más intensos placeres y dolores, nada logrará remover sus creencias sobre lo que vale la pena temer. ¿Cómo es el alma un textil, una tela un tejido? ¿un texto?

Monedas, partes pequeñas

Para ordenar las cosas podríamos decir que el tinte en el alma es una metáfora para hablar de la contundencia de los mitos, de la fuerza de sus imágenes y la capacidad de afección que poseen casi por sí mismos. Cuando Sócrates concluye con el análisis del contenido de los mitos pasa a examinar la forma en que los poetas los presentan y explica en detalle una idea crucial para la comprensión del arte y la poesía desde entonces: la imitación, mimesis. En principio se trata del procedimiento por el cual un poeta encarna sus personajes modificando su voz, sus gestos, su apariencia, convirtiéndose en otro por la semejanza, al menos en nuestra mente. Hablaremos de esto en detalle en otra ocasión.

En el libro III, las dos formas más claras de la mimesis son la tragedia y la comedia. Los interlocutores de Sócrates no pueden evitar plantearle la pregunta sobre la composición de tragedias y comedias ¿pueden ser compuestas por las mismas personas?  Por lo menos esta vez Sócrates cree que no. El final del Banquete dice otra cosa (223.d)

Pero lo más bello, y difícil de traducir es la imagen con la que trata de explicar cómo se distinguen los seres humanos por las actividades  para las que tienen dotes naturales, esos que les permiten dar de sí lo mejor cuando le dedican toda su atención y su cuidado. Los que son buenos para hacer tragedias no lo son para las comedias y viceversa pero:

 […] incluso más que esto, Adimanto, me parece que la naturaleza humana está desmenuzada en partes más pequeñas aún, de manera que es incapaz de imitar bien muchas cosas, o de hacer las cosas mismas a las cuales las imitaciones se asemejan. (395.b)

καὶ ἔτι γε τούτων, ὦ Ἀδείμαντε, φαίνεταί μοι εἰς σμικρότερα κατακεκερματίσθαι ἡ τοῦ ἀνθρώπου φύσις, ὥστε ἀδύνατος εἶναι πολλὰ καλῶς μιμεῖσθαι ἢ αὐτὰ ἐκεῖνα πράττειν ὧν δὴ καὶ τὰ μιμήματά ἐστιν ἀφομοιώματα.

 Eggers dice desmenuzada en partes más pequeñas para traducir una palabra que significa cortar en pedazos pero también acuñar. eso que le ocurre al metal cuando es sellado y roto para hacer una moneda (κατακεκερματίσθαι). En inglés hay dos verbos para eso coin y mint. De manera que en la versión inglesa leemos: And human nature, Adeimantus, seems to me to be minted in even smaller coins than these, so that it can neither imitate many things well nor do the actions themselves, of which those imitations are likenesses

La distinción entre lo cómico y lo trágico no es una división exclusivamente literaria en la Grecia Clásica. Se trata de una distinción moral y social. Lo trágico corresponde a lo serio tanto como a lo noble. Lo cómico es lo vulgar y lo popular. La capacidad de componer con los recursos de cada uno y ofrecer a la audiencia lo que espera en cada caso parecía dividirse de modo general en esas dos posibilidades. Pero Platón, que más adelante entrará en la cuestión de la música y cómo afecta emocional y moralmente a quienes la escuchan según diversos tipos de melodías, parece capaz de concebir una diversidad creativa. Ciertamente hay diversidad de afectos y diversidad de caracteres, por lo menos en su intuición básica pero ¿cómo concebir la diversidad de la disposición o capacidad creativa? Esto implicaría que para Platón no hay en principio poetas en general sino poetas de. géneros y que estos tienen una capacidad creativa determinada por distintos rasgos que constituyen modos de expresión de la naturaleza humana. (τοῦ ἀνθρώπου φύσις). Me llama la atención la diversidad en la clasificación que permite la comparación con las monedas pues pueden combinarse varios factores de maneras distintas dando lugar a múltiples clases a partir de un conjunto relativamente pequeño de factores. Una misma naturaleza humana pensada según una gran diversidad.

Coda

Cuando tratamos de pensar la vida como experiencia individual y a partir de ella la vida como asunto de la escritura, como vida que se hace asunto de la biografía encontramos muchos modos de ordenar y clasificar la información, el material. La escritura biográfica a veces parece tener muchos instrumentos y técnicas para resolver el modo en que se pueden contar las vidas de las personas, los lectores de biografías nos enfrentamos a hipótesis de los escritores sobre las vidas de los sujetos y lo que les dio sentido, o unidad. En la biografía un sujeto se hace objeto y en ese proceso algo esencial se pierde. La escritura de la vida encara la diversidad y la contingencia que afecta todas las vidas siempre de manera peculiar. A veces las vidas se reconocen como marcadas, teñidas con tintes fundamentales, que provienen tanto de claridades morales como de dogmas religiosos o de traumas y gracias a ellos la vida toma alguna estructura, una forma que la escritura intenta alcanzar. Las dos metáforas que hoy recordé en Platón me llevan a una constatación fundamental del biógrafo: que sólo la obra o el poema tienen unidad y coherencia y que la existencia es lucha y multiplicidad en la que un ser se enfrenta con las dificultades de moldear un materia inabarcable .

Bilbliografía:

Platón, República, Dialogos IV, Traducción de Conrado Eggers Lan, Madrid, 1988

Plato, Republic, translated by G.M.A. Grube, revised by C.D.C Reeve en: Complete Works, Edited with Introductions and Notes by John M. Cooper, Hackett, Indianapolis/Cambridge, 1997

Plato. Platonis Opera, ed. John Burnet. Oxford University Press. 1903. en http://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Perseus%3Atext%3A1999.01.0167%3Abook%3D1%3Apage%3D327

Sueño con escribir, segunda parte

I. 

La semana pasada esbocé un proyecto en el que trataré de encontrar la mutua afección de las ideas en las vidas y las vidas en las ideas. Pronto comenzaré a enfrentarme a los problemas propios de construir esa secuencia, tal vez encuentre problemas recurrentes, coincidencias, patrones. Seguramente me estrellaré con las concepciones tradicionales de la relación vida-obra que es un problema tan interesante como ineludible. Iré registrando aquí los progresos y los bloqueos en este camino que no tengo tan claro todavía.  

No importa cuantos malabares haga ni cómo trate uno de deconstruir el asunto, tendemos a suponer que para un profesor de historia de la filosofía resultan familiares los temas habituales para los lectores de biografías. Los dos géneros resultan atractivos a escritores y lectores pero hay que tener cuidado. A veces parece que hay un riesgo en la historia de la filosofía, olvidar la realidad por estar pensando en la filosofía. Uno aspira a poder pensar filosóficamente la realidad es decir: pensándola mientras se cuestiona la manera en que la está pensando. Para eso nos aconsejan que en lugar de plantear preguntas con un modelo concepto-obra-autor (ej: la reminiscencia en el Menón de Platón) vayamos al problema mismo y pongamos en función del problema los conceptos, las obras y los autores como recursos o herramientas para pensarlos. 

Hoy quiero hablar un poco de mi experimento con el planteamiento problemático (por oposición al histórico) y de cómo ha evolucionado mi segundo sueño de escritura. 

II.

Los últimos años han sido muy duros para los colombianos. Después de la firma del Acuerdo de Paz, el triunfo del no en el Plebiscito, la mezcla de negligencia, mala fe y corrupción con que se han asumido los compromisos del estado con el Acuerdo durante este gobierno, los asesinatos de líderes sociales, de defensores del medio ambiente, de periodistas y de civiles, diversos sectores de la sociedad a buscar todo tipo de expresiones de inconformidad que confluyeron con el Paro Nacional para configurar lo que se llamó el Estallido Social

No puedo aún hablar de esta situación en pasado. Un presente continuo se despliega como pregunta delante de mi consciencia y no logro encontrar sus límites y los conceptos que lo hagan inteligible. Además, estos últimos años tan difíciles de vivir para nosotros, coinciden con un conjunto de fenómenos y choques de fuerzas en muchas partes del mundo, han sido años difíciles para todos

El presente le parece la época más difícil a cada generación pero desde que convivimos con la posibilidad de darnos muerte a nosotros mismos como especie y dañar el planeta de forma irreparable este presente, el nuestro, parece no sólo difícil sino imposible. Esa imposibilidad, esa insuperable dificultad de nuestro tiempo, aparece con el signo de la economía y de la ecología, para muchos se muestra como una crisis espiritual, yo creo que se trata de un problema político. 

Así, mi problema es un problema político y la coincidencia del proceso colombiano de los últimos años con las tendencias globales lo hizo más urgente y profundo. 

III.

Durante esos años que llamo últimos, he estado escribiendo sobre Nicolás Gómez Dávila, ocupándome de su obra, de la recepción de la misma, de sus posibilidades de interpretación. Trabajo académico formal muy tradicional, si no fuera porque en Colombia no somos muy dados a ocuparnos de lo que escriben los colombianos, ahora somos pocos pero lo hacemos. De esto hay que hablar largo pero será otro día. 

Gómez Dávila (1913-1994), gran escritor, erudito, admirable autodidacta, lector incansable, bibliófilo, se considera a sí mismo un pensador reaccionario y puso su obra en la palestra entre 1954 y 1992. En un ambiente de crisis mundial en el que la cultura y las letras estaban más dispuestas a asimilar a los revolucionarios que a sus antagonistas. No había lugar para escritores reaccionarios en la segunda parte del siglo XX. Gómez Dávila expuso su pensamiento reaccionario en una obra extraña que caracterizaba con toda propiedad nuestro presente. Para mi, Gómez Dávila es un reaccionario lúcido y no tenerlo en cuenta como referente para pensar los problemas políticos del presente es un error y una pérdida. 

Habitualmente, el reaccionario no es considerado interlocutor válido en la discusión política, más que disenso o contradicción sus palabras inspiran rechazo. Un rechazo que incluye los discursos, las obras y la persona. El discurso reaccionario parece condenado a una suerte de ostracismo, especialmente en ambientes culturales que se definen como progresistas, revolucionarios o liberales

Tan triste como el rechazo en estos ambientes es el deseo de apropiarse del discurso del pensador reaccionario que tienen quienes defienden discursos radicales de ultraderecha, he encontrado citas de Gómez Dávila en textos de las sectas más exóticas del espectro político. Estos rechazos y asimilaciones son lo que caracterizan lo que todavía se llama debate político contemporáneo. Rechazo, cancelación y muchas otras formas de invalidar el discurso del interlocutor recurren a la táctica de sacarlo del diálogo por principio, negándole de plano la posibilidad de ser escuchado. Hemos usado el término polarización para describir la dificultad: en la presente situación el debate político tiende a ponerse en términos de extremos irreconciliables en los que el contenido de toda conversación posible será puesto en duda sistemáticamente si la fuente que lo origina es un otro.

IV.

Esta situación me llevó a soñar con un libro (un proyecto unitario) en el que podría abordar las cuestiones de la polarización en política, las dificultades de poner en marcha una conversación política en nuestro peculiar contexto tecnológico, desde el punto de vista del ejercicio de la ciudadanía

Ante esta claridad me asusté y rápidamente comencé a pensar en otro libro con una pretensión más modesta sobre el pensamiento reaccionario de Gómez Dávila y su aporte a la situación presente. Al pensar así estaba volviendo a la madriguera segura del concepto-obra-autor. Buscar lo que él podría aportar le daría consistencia al trabajo, lo remitiría de nuevo al texto, lo pondría dentro de unos límites claros. Esta parecía la opción prudente si lo comparo con la pregunta por las condiciones de posibilidad de la discusión política contemporánea

V.

Ahora que hablo del miedo a mi segundo sueño de escritura y de la escapatoria que se me presentó veo que debo insistir. Debo convivir con el miedo y perseverar en construir la pregunta misma, parte por parte. Cuando lo que quieres es pensar una pregunta y no sirve otra cosa que su esclarecimiento ¿para qué hacer otra cosa? Hay un riesgo en chocar de frente con un problema y ser derrotado, claro. Pero también hay un riesgo igual de grande en preguntarle al que ha sido tu maestro hasta el límite, pedirle cuentas, reclamarle ayuda, exigirle luces para asuntos que no tuvo por qué haber pensado. El riesgo de no poder idealizar más al amado y admirado autor en el que has invertido tanto tiempo. Aquí hay un amasijo de perversiones que toca indagar, pero no hoy. El demonio en la esquina del cuarto se emociona.

El problema se ha ido mostrando, o tal vez sin darme cuenta he ido acumulando las dificultades, acopiando opiniones y términos, preguntándome por lo que significan. El siguiente párrafo no tiene una redacción satisfactoria, funciona como una lista de mercado, pero es mejor que nada:

No es fácil ubicarse en la política del presente, las líneas que la conectan con sus antepasados no son claras porque muchas veces los nexos que proclama con ellos son pura impostura, así que el origen de las doctrinas no es claro pero hay que establecerlo. El problema de la política y la mentira es tan antiguo como ambas, casi tanto como el problema de la opinión. La cuestión del espectro político, esa extraña imagen de un continuo entre extremos, ese plano cartesiano donde cada discurso tiene su lugar. Sospechar de ese sistema implica definir al revolucionario, al reaccionario, al liberal, al conservador, a las izquierdas y las derechas, hablar del centro. Además hay que tocar el tema de la relación entre religión y política. Las formas de exclusión por raza y género. El totalitarismo y la autocracia. Esta enumeración podría articularse por su referencia a la pregunta “¿Es posible pensar las condiciones de posibilidad de la discusión política contemporánea?” Al enunciarlo así aparece de inmediato la cuestión del lenguaje racional y las emociones. Es decir, todo esta asunto puede no ser una cuestión de discusiones sino de un gran número de prácticas y estrategias. Y justo cuando me dispongo a enunciar este corolario “¿es posible encontrar en esa discusión un lugar para el reaccionario?” Aparece el problema del populismo, que siempre me ha superado. Finalmente ¿Cómo es posible una conversación política dadas las condiciones tecnológicas que nos determinan?

***

Hacer este ejercicio pudo haberme conducido a abandonar el problema/la pregunta (el proyecto habría dicho en una vida pasada) pero dado que he renovado el pacto con el demonio en la esquina del cuarto, este ha sido mi conjuro, creo que puedo seguir intentándolo. Debo decir que quiero escribir para entender y tal vez para ayudar a otros a entender conmigo estos problemas así que también debo estar pendiente de ponerme filosófico sin ponerme filósofo en el sentido profesional del término. Quiero escribir un ensayo (o varios) legible(s) en los términos más amplios de los que sea capaz. Aquí aparecerán en entregas futuras, los pasos en esa dirección.