Llegar a la filosofía o la llegada de la filosofía y de los filósofos

Sobre una pregunta de Juan Pablo Iglesias formulada en diciembre de 2022

Pregunta: siendo parte de lo que se califica como middle age ¿Cómo llega uno a la filosofía?  Me explico: yo elegí Platón, pero no voy a encontrar todo en él, ¿Cómo encuentra uno lo que realmente puede hablarle, o quienes puedan hablarle? A veces pienso que por mi forma de ser Schopenhauer puede hablarme, y sin embargo hay un gran vacío de ignorancia. ¿Cómo aproximarse a más formas de pensar la realidad?, yo lo he intentado a través de Twitter seguir a quienes hablan de pensadores … pero solo se llega a ellos leyendo, ¿Cómo elegir esas lecturas? – bueno, como me dijo alguna vez un asesor de ventas de Apple en la 5 avenida cuando le pregunté si podía hacerle una pregunta: Ya lo ha hecho.

Esta pregunta son varias preguntas y no creo poder resolverlas satisfactoriamente, pero tal vez ya por eso, precisamente, se trata de preguntas filosóficas. 

Eso es lo primero, no hay un método para la filosofía en el sentido de un método externo a ella, general, que funcione para todo aprendizaje. Preguntar por la filosofía, por las formas de su experiencia, es decir, por las formas en que experimentamos la filosofía es un ejercicio filosófico, no se puede resolver sin filosofar.

Me llaman la atención muchas cosas en su formulación, no creo que haya en esa forma de decir las cosas nada casual o carente de motivos. Es interesante que mencione la edad en la que estamos, que hable de la elección de Platón, que mencione una posible afinidad con Schopenhauer y justamente por su carácter. Me parece importante la distinción entre “quién” y “qué” puede hablarle a uno. Eso último es sumamente importante porque veo que usted se interesa en la filosofía no por esa búsqueda de la cultura que a veces motiva a algunos que quieren «saber de filosofía» en lugar de filosofar y hacerse preguntas para pensar sobre asuntos que les importan. Me alegra que sea usted de los que se interesan en pensar lo que importa.

En efecto, como usted lo dice, hay diversas formas de pensar la realidad, la filosofía tiene sus disciplinas y estas sus métodos. Pero, además, las investigaciones filosóficas más interesantes son aquellas en las que una forma de comprender la realidad está en transformación, confrontando sus límites y concibiendo otras formas de ser en el pensamiento. Tal vez en esos casos singulares tiene sentido lo de seguir autores. También los seguimos porque desarrollamos una peculiar relación con sus caminos y sus procesos, a veces también los seguimos con verdadera pasión, casi erótica en unos casos, mística o religiosa en otros. Algunas de esas idolatrías pueden ser más generosas y creativas que otras, mi favorita es la pasión de Platón por Sócrates. Cuántas obras de sus contemporáneos, víctimas de la misma pasión, se han perdido y nunca podremos conocer. Hay algo en las pasiones que despierta Sócrates que tiene que ver con su pregunta: la pregunta por el encuentro, por los encuentros que transforman. Sócrates es de esos que sale al encuentro. Platón nos lo muestra en esa actitud en varias ocasiones. 

Recuerdo -si pudiera evitarlo lo evitaría, pero es más fuerte que yo y una parte de mis primeros años de formación filosófica- Recuerdo, un párrafo de Heidegger en un ensayo que se llama De camino al habla en el que decía el viejo horroroso que hay asuntos a cuyo pensar nos solamente hay que dedicarse o ponerse, como quien se pone a una tarea, como quien se pone manos a la obra en un trabajo. Hay asuntos del pensamiento que nos asaltan, nos tocan, se nos imponen. No obedecen a nuestra voluntad ni a un plan de estudios o a una investigación que hayamos proyectado. Esos objetos nos tocan si estamos en disposición de serlo, si nos hemos permitido ser o estar susceptibles a su asalto. Si nuestro espíritu está en cierta disposición, permeable. No se trata de estar atento, más bien al contrario, estar en disposición de que algo llame nuestra atención de tal modo que se haga inevitable, impostergable, para nosotros, pensarlo. Esos encuentros tienen la forma del problema y la pregunta, a veces importa quién nos ha puesto la pregunta delante, a veces no, a veces el problema es más urgente y atractivo que su emisario.

Los encuentros con autores tienen, para mi, analogía con formas concretas de relaciones humanas: ocurre con los autores como con los encuentros con los amigos, los amores, los enemigos, los maestros. Los hay únicos y significativos, épicos, cruciales e imperativos (a veces los autores pueden ser padres o madres y tender lazos y dominios, ser ocasión para formas edípicas de lectura y dependencia intelectual, a veces están tratando de echarnos y nosotros leemos todo como si tuviéramos la obligación de quedarnos y cumplir algún designio absurdo, esas relaciones hacen que uno trabaje mucho, pero no en lo propio, suelen ser tristes). En cambio, hay autores que están ahí esperando su turno y cuando por fin les llega nos parece absurdo que no los hayamos leído con atención antes. A mi me pasó con J. L. Austin, agradezco haberlo leído, mi pensamiento no sería lo mismo sin él. Algo similar me ocurrió con Epicuro y se convirtió en un romance tormentoso de un par de años, luego en una amistad imprescindible. Están ahí y no los hemos dejado tocarnos, hasta que un día lo permitimos y la vida cambia. 

Pero hay otros que llegan como si los mandara el destino. 

Con todo lo mítico que eso suene, así me llegaron Nietzsche, Heráclito, Gómez Dávila y Platón. Me llegaron a las manos y me enamoré instantáneamente. Luego fui tratando de entender qué pasó en cada caso pero toda explicación retrospectiva es literaria, crea una ficción verosímil de lo que uno pudo haber sentido y pensado entonces, siempre desde lo que sabe o cree saber ahora. Me gusta recordar que mi cabeza siempre me dijo en el primer encuentro «no entiendo nada» y algo me hizo perseverar. No hay regalos gratuitos ni fáciles en la filosofía, parece.

Recuerdo que a Gómez Dávila lo recibí de manos de alguien que pensó que yo debía leerlo, con el tiempo me di cuenta de que podía compartir esa lectura con amigos y amigas que atravesaban el mismo trance.

Nietzsche llegó en el mercado, con los víveres de la semana en una edición económica. Zarathustraregalado por mi madre, sonaba muy bien, muchos años después me parece increíble haber pensado que podía medírmele a un libro así, aunque no haya entendido nada, había algo que me hizo mantenerlo cerca, hasta que años después y de la mano de otro amigo llegó La Gaya Scienza. Muchas cosas se aclararon, porque las preguntas que creó en mi ese libro maravilloso me hicieron leer otras cosas y buscar mis armas, los elementos para comprender. Esa es otra forma, menos espectacular pero igualmente importante, de llegar a la filosofía: la necesidad. La amistad y la necesidad mezcladas trajeron a Rancière, Nancy, Didi-Huberman. 

Los griegos llegaron también con las lecciones sobre la erudición, las ediciones, los aparatos críticos, las discusiones y toda una mecánica de trabajo y de consulta, la importancia de las fuentes y no solamente de las traducciones sino de toda la historia de la información, de los libros y los formatos. Con el tiempo esa situación habría de señalarme una de las preguntas más importantes para mi: la relación entre la técnica y el pensamiento, en su versión más concreta: la relación entre las tecnologías de la información y la comunicación y las formas de pensamiento. Esta pregunta apareció sin embargo, buena suerte la mía, gracias a las lecciones del profesor visitante Ferrán Lobo, que venía de Barcelona a hablar de estética en la facultad de arquitectura de Los Andes. Gracias a él aparecieron Eric Havelock y Carlo Sini. 

Para ser capaz de ahondar en el misterio de un fragmento de Heráclito hay que saber manejar una biblioteca, pero eso precisamente vale la pena porque esa voz con la que Heráclito nos habla nos abre los ojos ante el cosmos de forma tal que nada puede cerrarlos. Algo similar pasa con Platón, pero él tiene, como usted ya sabe, sus propios secretos y dificultades. Ante ellos, en lugar de huir, uno se empecina más en la búsqueda. Platón ha llegado muchas veces a mi vida y a mis estudios, de maneras distintas, brilla de mil maneras y nunca deja de sorprende, de seducir ni de dejarme asombrado. Todo autor es un misterio pero Platón lleva la vivencia del misterio a situaciones que otros no sueñan siquiera.

Uno de los filósofos más importantes para mi llegó por una clase, eso también puede ocurrir. Jaime Rubio nos dió quince días para leer la introducción de De la gramatología de Derrida. No entendí nada y seguí sin entender varios meses hasta que apareció Firma, acontecimiento y contexto, un artículo en el que Derrida «performaba» sus operaciones filosóficas, ponía en funcionamiento la deconstrucción de talforma que se hicieron visibles para mi. Más que la forma y el fondo, lo que me mostraba este texto era la manera de hacer y lo hecho. Se volvió a abrir el mundo ese día. Recuerdo haber escrito mucho para poder exponer el texto y recuerdo la mirada escéptica del Profesor Rubio, lo que venía era una montaña de dificultades pero resultaron gratas, por Derrida llegaron varios autorxs y problemas que se hicieron vitales, como J. Butler.

Creo que no he respondido, lo dije desde el principio, sin embargo creo que lo básico es estar dispuesto a ser tocado por lo que uno no ha previsto y se le ofrece, ser capaz de distinguir que es a uno al que le hablan y hacer el esfuerzo, perseverar ante la dificultad. 

Gracias por la pregunta y por leer la respuesta.

La palabra nosotros como problema (metafísico)

Para Juan Camilo Betancur

I.

Hace pocos días, en una reunión por Teams, mi amigo Juan Camilo Betancur recordó que en una clase de Metafísica, hace 18 años nada más, dije una frase enigmática que ha permanecido con él desde entonces: La palabra “nosotros” es una tarea metafísica o, tal vez La palabra “nosotros” es un problema metafísico. JCB dijo que aquel día no había entendido lo que quise decir y que, de cuando en cuando, la duda vuelve, así que aprovechó para devolverme aquel oráculo la palabra «nosotros es una tarea o problema metafísico«.
Ambos sabemos que ha pasado mucho tiempo y que saber lo que quise decir entonces, dado que no escribí las clases (he revisado y tengo notas y el programa del curso). Siempre me fue difícil escribir las clases y estoy convencido de que tiene que ver con el manejo de las emociones. Con la carga académica de un profesor en aquellos días no era fácil hacerlo a menos que fuera un mismo curso que uno fuera completando en cada nueva versión. Antes de la clase para mi hay lectura, notas, transcripciones y dibujos, muchos esquemas. Pero no soy capaz de prosa en sentido estricto. Es muy distinto preparar una ponencia o una conferencia o una exposición. Dar una clase fue para mi un ejercicio de oratoria y de comunicación directa con mi auditorio, un performance, un acontecimiento único. Lo he comprobado en una situación muy especial: dando dos versiones del mismo curso en distintos horarios he dado dos versiones distintas del mismo curso, con dos hilos distintos, tal vez porque una clase también es una reacción a las miradas presentes, a los gestos recibidos.


Por eso fue tan difícil la virtualidad y por eso exigió para mi otras formas de ofrecer mi pensamiento y mi discurso. En el ejercicio de clase virtual me permití reaccionar a las voces y a otros tipos de interacciones que las herramientas virtuales permiten. Aunque no hay nada como la clase presencial, siempre estaré agradecido por haber podido trabajar desde casa y contar con otras condiciones de comunicación con grupos de estudiantes que estaban tan perplejos como nosotros los profesores. Estoy agradecido por el curso abierto sobre Platón también. Ante la alegría del salón y del encuentro, la mediación tecnológica ofreció alternativas, otros encuentros y otras formas de expresión. Diré una cosa buena: tuve estudiantes que no solían hablar en la presencia y lo hicieron con las herramientas electrónicas. El cambio de interfaz modificó la interacción y, seguramente, modificó nuestro pensamiento y nuestra pedagogía, pero también permitió el cuidado y abrió otras formas de trabajo. Sobre todo nos señaló de forma evidente que siempre ya (always already), estamos en una condición técnica, en cierta artefactualidad (1) .


La otra cosa que se hizo evidente en la condición en la que dimos clase y trabajamos durante las jornadas aislamiento de 2020 y 2021 fue que nuestro pensamiento y nuestras prácticas privilegian la presencia pero que esta no es esencial, ciertamente no es decisiva y no es por sí misma causa de una experiencia valiosa. Habitamos gracias a y nos desenvolvemos según las interfaces, en el trabajo, el estudio y la enseñanza. Seguramente en el entretenimiento y en el cortejo, para nombrar sólo algunas dimensiones, nuestras interfaces tecnológicas condicionan nuestras relaciones. Pero juzgamos nuestra experiencia desde la lógica plenamente naturalizada de la metafísica de la presencia (2).
Veamos si puedo reformular: juzgamos la realidad y su importancia, su valor, consideramos qué tan real es algo comparándolo con la experiencia de su presencia en un ahora compartido, en un estar ante.

Esto que nos ocurre, por ejemplo, cuando nuestros seres queridos están lejos: sus fotos y mensajes, incluso sus llamadas de video no tienen para nosotros la contundencia de su presencia. Al Sócrates del Fedro de Platón le pasa esto cuando compara la lectura de libros con la conversación filosófica (3). Los libros pierden en comparación con las conversaciones, los libros no se adaptan a sus lectores y responden lo mismo a preguntas diferentes, dice. Por eso, si vamos a poner lo más importante en un discurso, mejor que sea en uno oral y presencial y no en un texto escrito. Derrida hizo una famosa lectura de esa idea en la que demostraba que demeritar la escritura muestra lo mucho que el sistema que produce ese demérito depende de ella. Si la presencia nos parece tan importante es porque vivimos con un montón de dispositivos y sistemas que nos permiten ser y hacer sin estar presentes o contando con lo que no lo está y construimos con ellos el mundo que habitamos. Valorar la presencia es simultaneo a despreciar la ausencia, la distancia, la diferencia, la espera y nuestras formas de vivir en y con ellas, que de todas formas, nos hacen ser lo que somos. Pero la presencia pura con la que todas estas instancias se comparan, propiamente, no existe.
Estas consideraciones son ya parte de la respuesta a JCB, que tendré que completar de a pocos de ahora en adelante.

II.

Acabo de revisar mi archivo: primer semestre de 2004, desde entonces ronda la frase que tal vez solamente JCB recordaba hasta hoy. Aunque yo había dictado cursos sobre temas afines esa no era “mi materia”, sin embargo, en ese semestre la Facultad requería un profesor para una de sus clases más difíciles y me dieron esa oportunidad y ese honor por una vez. Para entonces había comenzado a desconfiar de Heidegger, había vuelto a Nietzsche con cuidado y creía tener consciencia de la dificultad de enfrentarse a sus lectores. Ya había escrito Tres lectores colombianos de Nietzsche y llevaba tiempo familiarizándome con Derrida, Deleuze y Foucault. Entonces ya había incorporado en mi manera de pensar las consideraciones de Ferrán Lobo, de Carlo Sini y Eric Havelock. Escribo estos nombres porque son parte de mi biografía como mis cursos y mis lecturas. Los ejercicios de imaginación y de encarnación que tienen lugar en cada lectura y se repiten en cada clase en la que actuamos la filosofía hasta convertirnos en filósofos. La mimesis imposible que llevamos al extremo hasta que algo ocurre.

III.

Mi respuesta a JCB fue apretada y no menos críptica que la frase misma. Ahora que vuelvo sobre ella y trato de recuperarla, descubro los ecos de preguntas y modos de pensar que están conmigo. Se trata de un recorrido por temas y conceptos que me dan qué pensar desde entonces.


La primera referencia que pone sobre la mesa la cuestión del nosotros es lo que Foucault llama ontología crítica del presente que se plantea en términos genealógicos y arqueológicos con la fórmula ¿Cómo hemos llegado a ser lo que somos? (4) La ontología crítica del presente se entiende como un desarrollo de la actitud moderna o ilustrada que culmina en una forma experimental de relacionarnos con nosotros mismos, de trabajar sobre nosotros mismos. El nosotros es posible cuando se comparte una condición común. En este caso, se trata de reconocerse en una relación determinada con el tiempo presente, compartir el modo de ser/estar hoy, ahora, en este tiempo y llamarlo nuestro.


Sin embargo, designarnos es una cosa pero poseernos es otra, del nosotros a lo nuestro hay un trecho en el que aparece la duda de si poseemos el tiempo presente y con quiénes lo compartimos. Si la actitud o el talante modernos se distinguen por su relación crítica con el presente concreto, con los procesos de la cultura europea de los últimos tres siglos. Aquí aparecen muchos problemas políticos y teóricos sobre los que hay que volver.

Me pregunto si todos los países y sus pensadores tienen tantos problemas con la modernidad como Colombia y los colombianos. Es asombroso que en Colombia aparezcan tantas preguntas por nuestro derecho o nuestra posibilidad de acceder a ese presente, de ser o llamarnos modernos (5). Junto al Grupo de Estudio sobre Filosofía Colombiana descubrí que la existencia de la nación colombiana y la duda sobre su posición o talante o actitud moderna es un problema recurrente, esa condición se convierte además en una distancia frente a la filosofía en la filosofía, una dificultad intrínseca de considerarla nuestra. Muchos estudiosos colombianos, de todas las disciplinas, insisten en que el amanecer de la modernidad nunca se dará o no del todo, o no ahora, no para nosotros. Hay muchas versiones. La modernidad, nuestro presente está siempre en discusión. El presente común a la versión europea de la humanidad no llega a nuestro país que se congrega en la postergación recurrente del presente que compartimos pero que no compartimos con otro. Volveremos sobre esto.

La segunda referencia es la deconstrucción de la metafísica de la presencia. Creo que ya me referí a esto al hablar de las mediaciones tecnológicas en pedagogía durante la pandemia.

IV.

La tercera referencia aparece cuando comprendemos que la experiencia del nosotros no puede considerarse natural, tiene que ver con las técnicas, los trabajos, y los artefactos hacen posible que seamos. Descubrimos una colectividad y una compleja red de relaciones que nos hace posibles y nos hace capaces de pensar.
Me encontré con estas ideas en las obras de Judith Butler sobre la acción moral y el sujeto como fundamento de la misma(6). Estas ideas tal vez no son explícitamente la noción de un nosotros pero que resuenan con ella. Cuando Butler busca el sujeto a la base de las opciones morales no encuentra el sujeto unitario, autónomo y autosuficiente que funda las principales explicaciones modernas del conocimiento, de la ética y de la política. Lo que antecede es siempre relacional, una múltiple interpelación, un ser acogido, un estar conectado con muchos, una red anónima extiende sus lazos más allá de lo que podemos saber.


Estamos en otro mundo muy distinto, en una condición pensante muy diferente de aquella con la que solíamos iniciar nuestras reflexiones cuando sobre las preguntas fundamentales basados en La época de la imagen del mundo. No partimos de las representaciones de un sujeto primordial, ni nuestra situación depende de contratos fundadores de la comunidad política, convenios de sujetos libres.


Se que solamente he mostrado los motivos que me llevaron a la frase sobre la palabras nosotros como tarea, esta revisión me ha sugerido dejar por un rato la metafísica entre paréntesis y a reconocer que este tema está conectado con las preguntas que más me interesan y sobre las que volveré. Gracias por leer y gracias a Juan Camilo por recordar.

NOTAS

(1) Las expresiones en cursiva son muy usuales en Derrida, en las versiones inglesas y españolas de sus obras. El término artefactualidad proviene de las Ecografías de la televisión, entrevistas filmadas, con Bernard Stiegler, Eudeba, 1998
Jacques Derrida – «Echographies de la télévision, entretiens filmés av. B. Stiegler», Ed : Galilée-INA, 1996,
(2) Metafísica de la presencia es una expresión de Derrida en:
Jacques Derrida, De la gramatología, Traductores Oscar del Barco y Conrado Ceretti, Siglo XXI, 1978
Jacques Derrida – «De la grammatologie», Ed : Minuit, 1967, p237 L’Introduction à L’Origine de la géométrie (1962) et La Voix et le phénomène (1967)
(3) Del Fedro de Platón recomiendo las traducciones de
M.I. Santa Cruz – M.I. Crespo, Platón, Fedro, Losada, Buenos Aires 2007.
Luis Gil Fernández, Alianza Editorial, 1998 (varias reimpresiones)
Para mi es muy importante el ensayo ya clásico de Derrida La farmacia de Platón, que hace parte de:
Jacques Derrida – «La Dissémination», Ed : Seuil, 1972.
Hay una versión en español,
traducción de José Martín Arancibia, Editorial Fundamentos, Madrid, 1975
(4) Estas cuestiones aparecen en dos textos que eran muy importantes para mi y para mis compañeros desde entonces.
Michel Foucault, ¿Qué es la Ilustración? Traducción de Jorge Dávila, en revista Actual, No. 28, 1994
‘Qu’est ce que les Lumières?’ = ‘L’art du dire vrai’ Conferencia 5 de enero de 1983
= ‘Un cours inédit en: Magazine Littéraire, May 1984, no. 207, pp. 34-39.
Michel Foucault, Nietzsche, la Genealogía, la Historia. Traducción: José Vázquez Pérez Editorial Pre-Textos, 2008
‘Nietzsche, la généalogie, l’histoire’ en: Bachelard, S. et al., Hommage à Jean Hyppolite (Paris: PUF, 1971), pp. 145-172.
(5) El trabajo De Santiago Castro-Gómez nos ha hecho ver las cosas respecto a América Latina de una forma muy distinta a la que dominaba en nuestra formación, hoy en día su punto de vista inspira y dialoga con muchos enfoques interesantes. Una entrada posible es:
Santiago Castro-Gómez, La poscolonialidad explicada a los niños, Editorial Universidad del Cauca, 2005
(6) Judith Butler PUEDE UNO LLEVAR UNA VIDA BUENA EN UNA VIDA MALA, Discurso de recepción Premio Adorno, 11 de septiembre de 2012, Frankfurt https://ficciondelarazon.org/2014/11/25/judith-butler-puede-uno-llevar-una-vida-buena-en-una-vida-mala/
Judith Butler Dar cuenta de sí mismo, Violencia, ética y responsabilidad, Amorrortu, Buenos Aires, 2009 traducción de Horacio Pons
Judith Butler, Giving an Account of Oneself, Fordham Univ Press, 2009
Judith Butler, Los Sentidos del Sujeto, Herder Editorial, 2016 traducción Paula Kuffer.
Judith Butler, Senses of the Subject, Fordham Univ Press, 2015