A propósito de Cartas abiertas de Juan Esteban Constaín
Estoy seguro de que una conversación con Juan Esteban Constaín puede prolongarse hasta el infinito, que los callejones de la memoria se bifurcan cuando uno discurre a su lado, que incluso puede resultar grato tropezar en algún recuerdo empedrado porque algo así tiene la gracia de multiplicar el tiempo o por lo menos de desplegarlo. Él tiene esa virtud, poder perseguir una idea cuando aparece en medio de la persecución de otra. Finalmente todas resultan ser visiones conectadas en virtud de la armonía preestablecida de una escena. De repente nos damos cuenta que hemos recorrido una habitación o un continente y hemos contemplado el mismo gesto o el mismo instante desde más puntos de vista de los que podemos contar.
Escribo esta impresión general no porque haya llegado a un descubrimiento, a un victorioso eureka. Escribo porque intuyo lo que viene, más adelante. Los libros por venir. La conversación continúa y la escena que me interesa tiene aún muchos detalles por iluminar. Una escena en la que muchas voces se encuentran, en la que las voces de los personajes presentes evocan a los que ya no están, un conjuro que no acaba.
Cartas abiertas es una novela plena. Lo es porque se sabe una novela y nos lo dice todo el tiempo, ella misma y no el narrador. Porque es la historia de quien hace su vida creando ficciones que entran en las vidas de los otros y las modifican, casi siempre para bien y con plena conciencia de la gratuidad y del Don. Los novelistas crean mundos y triunfan cuando esos mundos son consistentes, el mundo de Don Marcelino Quijano y Quadra, el personaje principal del Cartas abiertas es consistente y se arriesga sostenido por la fe en la ficción.
En la novela se intercalan muchas historias, antiguas como Tales de Mileto, recientes como la de una Navidad en la Primera Guerra Mundial, historias que continúan como la de la búsqueda que la paz [spoiler], historias eternas como una conversación de tres grandes amigos escritores …
Un hombre va a buscar ayuda para un amigo y la encuentra, aunque no sea exactamente la que esperaba en principio. Los personajes aprenden cosas y aceptan otras. Entienden sus lugares en el concierto de las cosas y en las épocas que pasan solamente para superponerse en los nuevos espacios. La literatura se hace guía de viaje escrita hace siglos para ciudades por las que nos movemos hoy, descubriendo sus fantasmas y sus secretos. También guardándolos.
Se trata de una novela que se pasea por América del Sur y por Europa, que hurga en la historia remota y reciente y que construye con recortes y fragmentos un retrato de lo que somos, porque está hecha mirando a Colombia con muchos ojos, con cierta insensatez a veces, con picardía siempre, con gracia y lucidez.
Sólo escribo para dejar constancia del placer de esta lectura. Un libro grato que colorea el tiempo y despierta la memoria de muchas voces y muchos lugares. Una conversación que ha de continuar con un amigo escritor que parece disfrutar mucho contar bellas historias. Habiéndole seguido la pista de libro en libro y de columna en columna ya me imagino que lo veo ganar fuerza y hacerse dueño de su espacio y de su voz. Lo puedo decir así porque soy diez años mayor y, por lo tanto, lo veré siempre como un joven escritor. Lo que puedo decir es que hace rato es una promesa cumplida. Una que se cumple en la vida cotidiana y en las ocasiones especiales. Puedo decir, como todos los admiradores, como los hinchas, que espero no el próximo sino los próximos libros de @Aulogelio y deseo que sean muchos.
Muchas gracias por esta invitación a una nueva lectura, que suena apasionante.
Es apasionante y divertida además, la vas a disfrutar