De Roberto Burgos LA BARBA Y LA ALTA PIPA

 BAÚL DE MAGO: LA BARBA Y LA ALTA  PIPA
Roberto Burgos Cantor
El Universal de Cartagena. 14 de abril 2011
 (via Adriana Urrea)
La revista Arcadia escarbó un tema interesante. La presencia de los  filósofos en los debates públicos de los asuntos nacionales. El  informe, entre crónica, reportaje y entrevista, fue adornado con una  fotografía de tres pensadores, dos de la Universidad Nacional y uno de la de los Andes, bajo el amparo metafísico de los paraguas del Conde de  Lautréamont. Están: Rubén Sierra Mejía quien hace unos años publicó  unos ensayos rigurosos sobre el intelectual y la sociedad , y estos  días dirigió la colección de 10 títulos de historia colombiana con  motivo del bicentenario de la independencia, publicados por la  Universidad Nacional. Leerlos quizá permita reconsiderar aspectos  esenciales de la República, su génesis, sus irresueltos ideales. A su  lado Lisímaco Parra quien alguna vez escribió un revelador ensayo referido al escurridizo presente colombiano para ser leído y discutido  en las sesiones que los integrantes del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad nacional llamaron el Gólgota por su condición de  apertura crítica. Hoy es uno de los animadores del seminario  Pensamiento colombiano que ha producido perspicaces planteos de Núñez,  Caro, el Radicalismo y López Pumarejo.  Cualquier lector se preguntará por los pensadores de la Javeriana  quienes han intervenido en debates de actualidad. O los de Antioquia, o  los herederos de Nieto Arteta en Barranquilla. O los meditadores de la  justicia y la cosmogonía del desierto de La Guajira. A menos que  sigamos el dogma del sabio Francisco de Caldas quién explicó que la  cultura y el pensamiento son un atributo de las tierras altas. El oportuno tema parece tener algunos supuestos. Uno de ellos consiste  en considerar que la manera de participar en debates públicos,  atinentes a la añagaza de la actualidad, está en los medios masivos de  comunicación. Este prejuicio es curioso. Justamente en una publicación  de arte, la inmensa minoría, se han leído agudas, perspicaces y  valientes enfoques sobre las políticas o no políticas culturales desde  los editoriales de inicio de la directora la niña Ponsford, hasta las  agudas y punzantes del joven escritor de Sopor i piropos, en la página  de cierre. En este aspecto es loable el trabajo de inventariar las  profesiones de los columnistas, oh que mala maldad, de la prensa de la  capital. Ellos al parecer representan la posibilidad de lo público.  Abogados, periodistas, economistas, políticos fracasados, escritores de  ficción, poetas, curas de una religión. Falta un boticario que al lado  de los tinterillos son los preferidos del lector de la calle, del embolador. Enfermedad y leyes. Además se desliza la idea vaga de que intervenir en lo público tiene un  objeto preciso. Las obras públicas nunca terminadas. La corrupción. El  nivel intelectual de los legisladores. La intolerancia. La violencia.  La tierra. Macaco y los Nule. Llama la atención que el escritor de Arcadia se pregunte por qué llaman  filósofo al buen y errático alcalde Mockus. La respuesta sencilla  sería, porque rumia pensamientos, y la técnica porque hizo un doctorado  en filosofía. Aunque a mi me encanta la pragmática de humor húngaro del  alcalde Bromberg. Hay que destacar lo virtuoso de lo que indaga Arcadia. Filósofos a  pensar lo público, la intimidad, la libertad, la violencia, la  igualdad, la ética. O sea, lo serio compadres.

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