Respuesta a la pregunta “¿dónde están los filósofos?” de la Revista Arcadia
Por Richard Tamayo
Qué placer encontrar en la carátula de una de las pocas publicaciones culturales de Colombia una pregunta, al menos sugerente, ¿dónde están los filósofos? Antes de referirme al contenido del artículo, debo felicitar la posibilidad de articular una pregunta como esta en el panorama mediático actual. Sin embargo, antes de siquiera pretender «responder» a tal cuestionamiento, prefiero tomar un poco de distancia del titular. ¿Quién pregunta dónde están?, ¿acaso Arcadia?, ¿quién o qué es Arcadia como para formular tal pregunta? Podríamos decir que es una «revista cultural» y que, como la filosofía es cercana —si no parte— de lo que mediáticamente se denomina «cultura», entonces la revista está en deber de preguntarlo. La filosofía, si ha de tener un lugar, es precisamente en revistas especializadas o secciones «de cultura», al lado de la literatura, el cine, el entretenimiento, etc. Ya esto es lo suficientemente problemático como para merecer una discusión amplia, pero no lo haré aquí. Volvamos al punto, ¿quién pregunta?, ¿acaso el periodista? Pues jovencito, si según dicen en Twitter, tú estudiaste filosofía, esa pregunta es, al menos, sospechosa. O nunca tuviste un encuentro con filósofos en la universidad o ellos fueron incapaces de mostrarte qué es la filosofía. Si, aún así crees que la pregunta tiene un valor crítico, pues no lo estás resolviendoen tanto filósofo, sino como cualquiera de los tantos representantes de las ideológicas y humillantes representaciones que circulan actualmente de la filosofía, lo que habla mal de tu formación o de tu criterio de elección profesional. ¿Quién pregunta dónde están los filósofos? No sé, podríamos hilar fino y pensar que pregunta cierto establishment político e «intelectual», pero no quiero meterme en esa discusión. Por el momento dejemos la pregunta suspendida.¿Quién está interesado en saber dónde están los filósofos?
Ahora bien, ¿para qué los buscan?, ¿con qué fin?, ¿con el ánimo de demandarles qué respuesta? El artículo es claro: los buscan para preguntarle por su lugar en la agenda de la «realidad del país», del “debate público”. Esta demanda es más que legítima. Hay que preguntarles qué lugar ocupan pero, esa fórmula retórica utilizada en el titular, ¿no indica precisamente que no es evidente que hagan parte de la realidad? O peor, ¿no indica esa pregunta que precisamente NO hay filósofos haciendo parte de la realidad? O vamos más despacio, ¿no será que los filósofos hacen parte de Colombia precisamente como «ausencia»? En fin, tras esa pregunta es evidente el supuesto de una «falta de filosofía» y, ante esto, respetado periodista, sí que estás equivocado. Porque filósofos hay muchos en Colombia, incluso hay sobreoferta profesional, aunque, desde luego, no faltará quien diga que una cosa es que haya filósofos profesionales y otra que haya «Filósofos», pero tal discusión no nos importa aquí. La cuestión es, ¿por qué si tu pregunta (o la de Arcadia, o la de Semana, o la de los Andes, no sé.) apunta a que no hay filósofos, la resuelves acudiendo a tres de ellos? Eso es, cuando menos, paradójico, por no decir cómico o, si nos ponemos en una actitud más crítica, cínico. Pero la filosofía opera así, de modo que no insistiré demasiado en porqué le preguntamos a ciertos filósofos por la falta que ellos son en la realidad, aunque si yo fuera cualquiera de los entrevistados me sentiría insultado. «Dónde están los filósofos, señor filósofo, le pregunta un filósofo que, de repente, estuvo en clases de filosofía con alguno de ustedes» ¡Qué vértigo de situación!
Pero bueno, más allá de todos los deliciosos —¿acaso inútiles?— ejercicios filosóficos a los que nos podemos dedicar con esta situación, sigamos leyendo el artículo. ¿Por qué le preguntan justo a estos 3 filósofos dónde están los filósofos? Bueno, no sé, tal vez porque el periodista no los reconoce como tales o, mejor, precisamente porque son filósofos pero no hacen parte de la realidad. Es interesante, los entrevistan para justificar la inexistencia de las voces filosóficas. A través de sus voces se busca dar cuenta de porqué no hay voz filosófica en Colombia. Esos 3 respetados filósofos tendrán sus razones para participar de ese juego periodístico que los vela y los suprime, pero me queda una rara sensación de semejante situación tan beckettiana de hablar para suprimirse como existente.
Alguien podría decir que la culpa no es de las 3 vedettes de la filosofía que han sido entrevistadas, sino del periodista, pero no seré yo quién le pida al señor Restrepo pedir disculpas a los profesores. Dicho sea de paso, los maestros Sierra, Parra y De Zubiría dan unos argumentos muy pobres acerca de el porqué ellos son “una falta” en la realidad colombiana, pero tampoco discutiremos esto aquí.
Sigo adelante, ¿de qué realidad es aquella de la que no participan los filósofos? Aquí sí, afortunadamente, el artículo se torna explícito en todas sus referencias: de los medios de comunicación. Porque, cree el señor periodista, que LA REALIDAD ES LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN, cosa que es narcisista, estúpida, falaz y, seamos honestos, un reduccionismo evidente para cualquier persona. Joven, ni siquiera hay que ser un intelectual para saber que los medios no son la realidad. Podrían ser «tu realidad» —y eso obliga a una visita al psiquiatra— pero no son la realidad ni estamos en condiciones de producirlos como tal. Son apenas una parte, valiosa desde luego, de la realidad, pero tendríamos que preguntarnos por qué la insistencia de muchos periodistas en erigirlos como la realidad legítima. Es divertido, ningún zapatero afirmaría que la zapatería es la realidad, pero los profesionales de medios tienden de manera muy sospechosa a equivocar su oficio con la realidad. Podríamos discutir mucho sobre esto, pero sigamos adelante.
El periodista parece añorar una época en la que los filósofos sí eran parte de la realidad del país puesto que tenían más participación en los medios. Y es evidente a qué Edad de Oro se refiere. Pero el contubernio que históricamente ha sostenido cierto grupo de intelectuales con los medios de comunicación hegemónicos dista mucho de ser un orgullo patrio o un fenómeno digno de mantener vivo. Esos intelectuales hacían parte de un vergonzoso modelo social fundado sobre exclusiones políticas, raciales y de género que constituían «lo culto» a costa de la precarización de una población cuya falta de «ilustración» no era más que un estrategia para neutralizar su potencial político y deseante. ¿En referencia a qué o quién existían los intelectuales?, ¿qué efectos medianamente emancipadores se siguieron de su participación en el gobierno o en el debate público?, ¿con miras a qué efecto crítico hicieron filosofía? Antes de preguntarse dónde están los filósofos hoy, bien valdría preguntar dónde estuvieron antes, dentro de qué circuitos, como parte de qué juegos de poder, alrededor de qué problemas se constituía su ejercicio crítico, qué papel jugaron en la construcción de violencia, qué modelos de comportamiento social fueron capaces o no de instituir. ¿Alguna vez hubo filósofos en Colombia? Esta pregunta ha sido elaborada por algunos grupos de investigadores cuyo trabajo, desafortunadamente, no ha tenido ningún efecto mediático potente, lo que se sigue de un conflicto editorial y de administración académica cuya complejidad elide por completo el periodista de Arcadia. ¿Quiénes son esos filósofos que adquieren preponderancia mediática?, ¿a costa de qué tienen lugar en los medios?, ¿es deseable siquiera, para «nosotros los filósofos» ocupar tal lugar? Mientras el periodista se queja de los pecados por «omisión» de los filósofos colombianos, bien valdría recordarle la existencia de el ex-Comisionado de Paz Luis Carlos Restrepo, ese abyecto personaje investigado por mentirle al país con desmovilizaciones falsas y arreglos nonc santos con grupos narcoparamilitares, ¿es él el referente deseable de la participación de la filosofía en la realidad actual? Créame, señor Rodrigo Restrepo, que prefiero seguir en el anonimato antes de gozar de tan despreciable lugar en la historia del país.
En fin, podríamos escribir largo sobre todos los prejuicios que permitieron concebir este artículo, pero tendremos más oportunidades de hacerlo. Solo un último comentario: ¿por qué sólo le preguntamos a los filósofos dónde están?, ¿qué tienen ellos que los haga proclives al debate mientras otras profesiones son “naturalmente no polémicas”?
Un amigo ingeniero decía algo bien interesante en Twitter: «menos mal que Arcadia no pregunta dónde están los ingenieros de sistemas en el debate público…». Claro, porque según cierta tradición ilustrada los ingenieros “no debaten”, sino solo crean algoritmos o «arreglan» computadores. Todo esto indica que la Revista Arcadia solo reproduce los efectos ideológicos de cierta parte de la historia del país que reconoce que sólo algunos «ilustrados profesionales especializados» pueden debatir, es decir, aquellos que entraron en los círculos de la educación superior precisamente para ello: los abogados, los científicos humanos y sociales y… los filósofos. Curiosa situación: profesionalizarse para opinar o mejor, profesionalizarse para hacer parte de la realidad nacional. ¿No son todos sus prejuicios académicos, profesionales y de clase, señor periodista, una excelente oportunidad de obligarnos a hacer filosofía?, ¿qué se busca en los filósofos si no someterlos a una opinión de la que ellos no cesan de sustraerse?