Las preguntas que me dejó “El Infinito en un junco” de Irene Vallejo

La memoria de esta época va estar llena de tristeza y angustia para muchos de nosotros. Al volver sobre estos meses sombríos pensaremos también en las cosas que nos ayudaron a poner algo de luz y alegría en los días. Para mi, los libros suelen ser fuente de luz y alegría pero debo decir que las que he recibido de El infinito en un Junco han sido intensas y brillantes aún semanas después de terminar lectura. Creo que este libro será más que un recuerdo, una compañía de aquí en adelante. Es un libro al que volveré muchas veces. Ahora bien, esta imagen positiva no se debe a que esta obra sea pura alegría o pura belleza sino a que no deja de inquietarme y proponer temas de reflexión. A quienes disfrutamos esas tensiones, esas horas de duda e inquietud, un libro así nos da placer incluso cuando sentimientos más oscuros nos invaden por su causa.
En medio de la lectura se me aparecen fantasmas de preguntas inevitables cuando estudiamos o enseñamos sobre la antigüedad clásica en América Latina. El libro es a la vez la celebración de la herencia europea, una estudiosa española se las arregla para establecerla y nos muestra esa continuidad mientras nos cuenta mil y una historias que vienen naturalmente a su memoria y a su prosa, se trata de un viaje de reconocimiento. Una parte de mi la acompaña en ese viaje sin pensarlo dos veces, una parte de mi participa en ese reconocimiento en muchos puntos de la lectura.
A la vez veo cómo la historia de la continuidad está punteada por la violencia y los riesgos de ruptura. Al fin y al cabo la línea hecha de libros entre los Griegos, los Romanos y los Europeos Modernos es una línea esencialmente frágil. No solamente debido a la vulnerabilidad de los soportes físicos que sostienen temporalmente la vida de las palabras, sino también porque la producción de esos libros, soportes vitales de un contenido potencialmente infinito, depende de la vida social y de los valores que le permiten cuidar de seres y objetos esencialmente frágiles.
Las civilizaciones tienen vidas tan frágiles como los papiros que se destruyen o desgastan en número muchas veces mayor al de las obras que logran conservar. Así son los esfuerzos humanos, sus obras y sus huellas.
Me impresiona que esta meditación culmine en Europa. No es un defecto del libro ni una falta de la autora. Al fin y al cabo es su libro y el encanto de este reside precisamente en la sensación de íntima posesión de conocimientos y experiencias que logra comunicar como propios, como aquello en lo que se reconoce, un presente y un pasado que le pertenecen. El lector reconoce la voz de una mujer joven, con una muy sólida formación en Filología Clásica con un pie en el mundo ya antiguo del pre-internet y una notable habilidad para recurrir a una cultura en la que los libros, el cine y algo de pop alcanzan a proveerla de experiencias comunes gracias a las cuales evoca en sí misma y en sus lectores sentimientos y afectos con los que se colorean los pasajes de su historia. La de Irene Vallejo es una voz clara, afirmativa, autónoma. Una voz que no disimula sus simpatías ni sus antipatías. Esto es fundamental para que el lector se sienta no solamente recibiendo una historia, su historia, sino acompañándola en su viaje, también.
En esa línea, Irene Vallejo nos cuenta sobre la conservación de lo que hace a Europa ser Europa: es una historia de poder y riqueza en la que la producción del libro acompaña los ascensos y caídas de imperios y dominios, una historia de jerarquías que conduce también a relatos de emancipación.

El libro me deja una pregunta sobre nosotros, los entusiastas lectores no europeos de habla hispana para quienes la historia del libro, de los libros, también hace parte de lo que somos. Mi trabajo como profesor ha versado sobre las mismas épocas, las mismas obras y las mismas historias y he recibido de mis estudiantes preguntas que inspiran lo que escribo en adelante. Cuando nos reconocemos en la lengua y en la cultura que compartimos con la autora, saltan a la vista las ausencias y las brechas. No todos tenemos recuerdos de bibliotecas públicas o lecturas de infancia gracias a una madre dispuesta, con tiempo y recursos, a complacernos con una historia más a la hora de dormir. Las referencias al cine y la literatura contemporáneas no se perderán en la mayoría de nosotros, pero habrá que buscar las conexiones de otro modo.
Los hispanohablantes no europeos somos destinatarios de ese gran envío que significa la historia del libro tal como la cuenta Irene Vallejo al referirse a las provincias lejanas del Imperio o a las ciudades venidas a menos. América es ese otro que cuenta, también, la historia de Europa desde las otras fronteras. A estas tierra la cultura europea llegó libro en mano para crear nuevas y numerosas generaciones de lectores. Este capítulo, como los anteriores, no estuvo exento de violencia.
En pueblos de importadores de libros que no poseyeron imprentas hasta finales del siglo XIX, como Colombia, hay que contar la historia del libro tal como la recordamos. En qué relación con los libros nos reconocemos, nos asombramos, nos recuperamos. ¿Con qué artimañas la hemos conquistado? ¿Cómo contar la saga que ha hecho vivir y revivir mil veces la lengua, la literatura y la civilización con otras voces y colores? ¿Cómo se relaciona nuestra forma de leer y acceder al libro con las relaciones sociales y políticas que hemos podido construir o con las que aún nos resultan lejanas? Una virtud del libro de Irene Vallejo es que muestra con claridad las conexiones entre la experiencia individual de lectores, autores, fabricantes, libreros, bibliotecarios con la experiencia social, colectiva y política de Ciudades, Imperios, Civilizaciones. La construcción de la vida individual y de la vida colectiva pasa por lo que se pone en los libros y lo que en ellos se encuentra, lo que de ellos logramos sacar. Una idea que Vallejo expone de forma muy acertada es la diferencia del alfabeto con respecto a otras tecnologías de representación gráfica de la lengua y cómo todos pueden aprenderla sin distinción ¿Cual es la relación entre alfabetización y democracia entonces y ahora? Hay que pensarlo tanto como la relación entre la democratización de nuestras actuales tecnologías de la información y la comunicación y el ejercicio político en nuestras sociedades.

La realidad del poder es un elemento recurrente en el texto de Irene Vallejo, las páginas de la historia del libro, nos cuenta, están marcadas por la injusticias y violencias propias de la producción y reproducción de un objeto que expresa y concreta el poder, que se nutre de él. En el mundo antiguo la lectura, los libros, las bibliotecas son privilegios de muy pocos y el acceso a ellas está en función del poder y sus configuraciones. Vallejo no deja de llamar la atención sobre la función que cumplen en esta compleja máquina los esfuerzos de los más débiles, las vidas anónimas que cuesta su funcionamiento. Las formas en que las mujeres logran leer, escribir y publicar, sin pasar a la posteridad. Las maneras en que la esclavitud es condición de posibilidad de las obras más sublimes, la forma en que fue posible para algunos, como el poeta Marcial, burlarse de todo ello y conquistar una forma sencilla de inmortalidad.
Los lectores hispanohablantes no europeos accedemos a esta lectura gracias al mercado del que somos (y más en Colombia) un sector minúsculo. El privilegio de los que leemos, compramos y poseemos libros en América Latina bien podría compararse aún hoy con el patriciado romano. Desde la obra de Vallejo, un final posible de la historia de los libros y las bibliotecas es una Europa emancipada en la que hombres y mujeres acceden libremente al conocimiento, como un derecho, en la que el placer de la lectura está al alcance de todos. Ese contiente de lectores es un continente de ciudadanos y parecería reconocer esa dignidad a todos. Pero esa situación de reconocimiento de la dignidad de todos está lejos. Aún no somos parte de un nosotros de ciudadanía y dignidad para todos. Vallejo percibe la enorme fragilidad de las instituciones que sostienen aún la pretensión de ciudadanía y dignidad. Vallejo es consciente y está agradecida de lo que la cultura del libro ayudó a construir, la libertad y la democracia tienen al libro y a la lectura en su sangre. Por eso a la gratitud hay que sumar la conciencia de la fragilidad.

Siendo un libro de este tiempo y de aquel, las formas espectrales de la barbarie también se hacen presentes y dejan un rastro temible. El proyecto cosmopolita en contraste con los Lager o los Gulag. Los bullies contra la chica rara en el colegio. La literatura como salvación interior, espiritual, como reino de la imaginación. En esas contraposiciones la historia de los libros en el mundo antiguo aparece para que la reconozcamos en la del nuestro.
Es muy interesante el capítulo sobre el lugar social subordinado, explotado y esclavo del trabajo cultural, creativo y académico relacionado con las letras, las artes y la enseñanza. Esta idea se remite a la situación neoliberal contemporánea en la que no acabamos de entender el valor de las humanidades. Esta idea se enriquece cuando incluimos en la historia del libro y la lectura las relaciones de los libros con las condiciones concretas de su elaboración, copia, distribución y venta, el modo en que estas expresan la estructura social, sus jerarquías y el privilegio de leer y poseer libros.
Es una reflexión en la que podemos reconocernos, con ciertos matices. Podemos hacer una analogía entre el reconocimiento que hace Vallejo de su tierra natal como provincia Romana. Recuerdo su evocación de Quintiliano, nacido a 120 km de su casa. En los confines de un imperio que la contiene y con el que se identifica. Incluso en su fragilidad o en su decadencia. Porque hay también una debilidad en los imperios, incluso una especie de complejo de inferioridad como el de los Romanos respecto a los Griegos.

La suerte de los que heredamos la lengua y la cultura cuando esta cruzó el atlántico es distinta y sin embargo no hay ningún problema cuando la autora puede asumir como propios o cercanos los nombres y las obras de Borges, de García Márquez, de Bolaño etc. Estos nombres hoy no pertenecen a países ni se limitan por nacionalidades pues quien puede llamar a un autor suyo es quien lo ha leído y así se lo ha apropiado. Vallejo se apropia con justicia de lo que ha leído también en su escritura que articula todas las lenguas y tradiciones.
Pienso en nosotros los hispanohablantes no peninsulares con formación europea, eurófila, eurocéntrica. Pienso, imagino, deseo el siguiente volumen de esta historia. Lo imagino escrito por una compatriota capaz de una erudición semejante que pueda contar su experiencia de la herencia, de los dones de la recepción de esas historias y palabras que duran y perseveran. Una voz que nos hable de las paradojas de ese don de la lengua y la lectura ligado a la sangre, al poder, la esclavitud y la muerte, también.

Hoy, las obras de los Griegos y Romanos siguen ofreciéndose a quienes requieren imágenes y figuras, palabras y metáforas para contar sus dramas, para aprender a narrar sus historias y llorar sus muertos, como han hecho insistentemente generaciones de Antígonas colombianas.
Veo, al final, el balance en el reconocerse y aceptarse, en los visos de la ironía, en la crítica y en los énfasis en la desigualdad, el privilegio y el olvido, la discriminación, en la sistemática exclusión de las voces de la mujeres. El valor de abrazar la memoria del pasado para confrontarnos, para no dejar de vernos, para recibir lo que nos ha sido enviado con amor y crueldad, con injusticia y olvido, como la verdad de lo que somos, como la posibilidad de lo que podemos ser, si leemos, todos.
Al fin y al cabo hay una verdad en esta obra: los libros son lo mejor de lo que hemos sido capaces como humanidad.

Este semestre no tendré estudiantes

La mayor parte de las personas que se forman académicamente en filosofía aspiran a ocupar la posición de profesor de planta en un departamento de filosofía en una universidad prestigiosa. Este es un sueño cada vez más difícil de cumplir en las condiciones en que se encuentran tanto la filosofía como las instituciones universitarias en nuestro tiempo. Ser profesor es una meta, una manera de concebir la realización de una carrera y, sobre todo, la posición desde la cual los académicos anhelamos realizar nuestra contribución a la ciencia en general o a la disciplina que practicamos en particular. 

La posición de profesor es primero una meta y luego una condición del trabajo, una plataforma, un conjunto de responsabilidades y, también, un trabajo. Esta última característica es la esencial, implica la pertenencia a una institución y se concreta en un conjunto de relaciones con colegas, estudiantes, agencias del estado, colegas afiliados a otras instituciones, todos estos estamentos unidos por una red poderosa de burócratas y administradores.

Ser profesor universitario funciona hoy en día como una especie de nacionalidad que permite pertenecer a diversas comunidades locales, regionales y globales, hacer parte activa de un intercambio constante de ideas y productos. Suena idílico pero está lejos de serlo, la complejidad de las conexiones y el alcance de las relaciones que entablamos aumentan en la misma medida en que aumentan las labores burocráticas y sin sentido que estamos obligados a realizar. De un profesor se espera una alta capacidad de gestión y planeación, pero también una incansable disposición burocrática, el trabajo y las condiciones de su financiación, elaboración, planeamiento, evaluación y registro se toman tanto tiempo y esfuerzo que pensar, crear, producir, innovar se hace muy difícil. Seres humanos excepcionales logran hacer todo esto con excelencia. Siempre he tenido muy claro que estoy lejísimos de ser uno de ellos. Pero he sido profesor de planta de una Universidad prestigiosa durante 27 años que terminan hoy y por eso escribo este post

Muchas cosas tengo que decir sobre esa experiencia cada una de sus partes, no lograré decirlas todas hoy, son muchos los temas, los problemas y los recuerdos. Las reflexiones irán apareciendo según el vértigo se disipe y me visite aunque sea brevemente la claridad, la serenidad o la lucidez. Para registrar esas reflexiones y los nuevo rumbos que tome mi trabajo mantengo este blog, que me atrae por su calidad de diario abierto. 

He tenido ya la oportunidad de hablar con mis colegas y con los directivos de mi Facultad y de despedirme de algunos miembros de la Universidad. Nunca he disimulado mi enorme apego por mi alma mater, la enorme gratitud que le tengo por haber sido mi ámbito vital y el espacio de mi realización profesional y personal. Ese estilo de declaración también aparecerá en el futuro, en especial cuando me refiera a las personas con las que compartí estos espacios y a su valioso trabajo. 

He hablado menos con mis estudiantes. He hablado menos de la docencia y del contacto cercano y cotidiano con los estudiantes que es lo más grato del oficio de profesor y, para mi, la realización misma de la labor filosófica. Ser filósofo es enfrascarse en esa maraña de conversaciones que la humanidad ha tenido desde que aceptó el valor del ocio y lo asoció con la libertad. 

En este punto se me señalará que lo que he tenido estos 27 años, y los que les antecedieron y los que les puedan suceder, es una vida privilegiada y no voy a negarlo. Ha sido una existencia privilegiada que tiene sentido porque la he compartido con otros, no pocos. Hay cosas mucho peores que se pueden hacer con el privilegio, yo escogí una que no parece ser la más dañina: estudiar y enseñar. 

Pertenezco a una generación que se encontraba con la pedagogía de forma profesional muy temprano y sin muchas mediaciones. En los primeros años noventa del siglo pasado pocas universidades hacían concursos docentes como los conocemos hoy en día, las plantas de los departamentos de filosofía eran más pequeñas de lo que son hoy, lo que implica que había un porcentaje mayoritario de profesores de cátedra en muchas universidades. 

En ese ambiente, los pocos egresados de pregrado competimos por los cupos de cátedra disponibles. Hacer un posgrado y más aún saliendo del país no era una opción ni tan cercana ni tan factible como lo es hoy, pero había algo mejor: el encuentro real y concreto con los desafíos del salón de clase, de la planeación de asignaturas y de la evaluación. Encontrarse con estudiantes reales de carne y hueso era lo que uno aprendía primero, pero de forma plenamente empírica.

Aclaro que mi formación filosófica no contenía ninguna, ninguna, sí ninguna, formación pedagógica diferente del ejemplo de mis maestros o lo que uno hubiese podido aprender de lo leído en Platón y en Rousseau. Aprendían pedagogía los licenciados que enseñarían filosofía en colegios, yo no me formé para eso, pero tampoco para ser profesor Universitario. Pero me permitieron serlo desde muy joven con total inexperiencia: benditos tiempos aquellos, era exactamente lo que necesitaba. Es la oportunidad que nadie tiene ahora, se le niega incluso a los que han estudiado para ello, la situación docente es un privilegio que tienen muy pocos. (la práctica docente de las licenciaturas funciona, por supuesto, en esos programas).

No quiero contar esa historia, ya le llegará su tiempo y podré reflexionar sobre lo bueno, lo malo y lo feo que tuvo mi carrera en ese sentido. De lo que quiero hablar en este texto que declara, para los lectores posibles y para mi mismo, que he dejado mi puesto de profesor universitario y que ahora haré otras cosas con pretensiones filosóficas . Tal vez no quiero hablar de los estudiantes sino hablar a los estudiantes, aunque sea para dar las gracias. Ya habrá tiempo para hablar de otras cosas. 

Hoy solo quiero despedirme de los que fueron mis estudiantes ayer y antier y hace veinte años o hace más. He tenido estudiantes desde que yo mismo lo era, mis primeras clases las dicté (irresponsablemente, sin duda) a los 19 años, omitamos la institución pero no omitamos la gratitud que le guardo. 

Me hice adulto siendo profesor, teniendo estudiantes, aprendiendo filosofía, aprendiendo a hablar de filosofía y a pensar con testigos, en público y en voz alta desde muy joven y tal vez por eso pienso que nunca he dejado de serlo. Nunca he dejado de asombrarme del pensamiento filosófico porque aprendí a descubrir cada idea nuevamente cada semestre con personas para la que esa idea era nueva. Ellos eran nuevos para mi y yo para ellos. Cuando ya no lo eran se convertían en amigos. Fui amigo de mis profesores y profesor de mis amigos durante tres décadas y ahora cuento con tenerlos como interlocutores en el futuro, cuando la situación se ponga en otros términos, cuando encuentre otras formas de mostrar esos descubrimientos que todavía me asombran. 

Este semestre, por primera vez en muchos años, no tendré estudiantes. Gracias a todos los que han acompañado esta vida y esa formación, con sus preguntas y sus discusiones, con su mirada y con su escucha. Espero encontrarlos ahora de otros modos.

Curso Introductorio (abierto y gratuito) sobre Platón

El tema del curso es la figura y la obra de Platón, un filósofo que admiro y sobre el que he estudiado desde hace tiempo, no requiere formación académica previa en filosofía, ni formación académica alguna, se desarrollará en lenguaje sencillo, la única pretensión es informar y, tal vez motivar la lectura de los Diálogos. Hacer todo esto permitirá también crear un espacio de conversación.

Las clases serán los jueves de 6:00 a 7:00 pm, tendrán una primera parte de exposición, luego habrá preguntas y de ser posible algo de discusión. Este curso está basado el que suelo impartir en la Pontificia Universidad Javeriana en la Facultad de Filosofía y tiene 10 temas básicos, espero que podamos cubrirlos entre agosto y noviembre del presente año con un receso en la semana del 16 de septiembre. Se trata de un experimento sin pretensiones pero al que intentaré darle la calidad pedagógica y filosófica que suelo buscar en mis cursos académicos pero con el deseo de invitar y acoger todo tipo de perspectivas e interlocutores.

Este curso es un ofrecimiento personal para quien quiera participar, hay dos modalidades que ofrecen las plataformas gratuitas una permite interacción con audio, video y chat (meet) y la otra solamente por medio del chat (YouTube) la reunión de meet será transmitida por YouTube usando StreamYard … ojalá todo salga bien.

(inscripciones cerradas, esto no impide participar por YouTube )

Si quieren observar cómo es mi trabajo pueden visitar mi canal de YouTube La bibliografía la iré recomendando en las sesiones.

Esta es la presentación del curso y los temas quiero tocar, comenzaremos el 5 de agosto a las 6:00 pm

El curso es una presentación sintética del conjunto de los Diálogos de Platón. Parte de una reflexión sobre las peculiaridades del texto platónico y de los problemas que ha planteado su lectura durante siglos. Brinda elementos para la lectura activa y una recepción crítica de un conjunto de textos en los que la filosofía aparece de forma única. La exposición del conjunto se dispone cronológicamente, es decir, a partir de una hipótesis sobre el orden de la redacción de los diálogos. A lo largo de la exposición se resaltan varías líneas temáticas y conexiones entre textos diversamente emparentados con el objeto de señalar el origen y la evolución de conceptos fundamentales como dialéctica, idea, método, paradigma, etc. El curso se detendrá con especial cuidado en la exposición general de la República, señalando las secciones relevantes para mostrar las variaciones o evoluciones del pensamiento de Platón. Así mismo presentará los lugares que han inspirado las principales polémicas y debates dentro de la tradición académica.

1.      Introducción

1.1. Presentación del programa

1.2. Las fuentes: 

1.2.1. La historia de la obra de Platón y su transmisión. 

1.2.2. Las ediciones y su elaboración.

1.3. Problemas de Cronología de los diálogos. La hipótesis sobre los períodos de la producción literaria de Platón.

1.4. El pensamiento de no consignado en los diálogos. 

1.4.1. La crítica de Aristóteles como fuente del pensamiento de Platón. 

1.4.2. Las doctrinas no-escritas.

2.      Filosofía y forma de vida: Carta séptima – Apología

2.1. Biografía

2.2. La opción por la filosofía y la elección de un modo de vida

2.3. Filosofía y política

2.4. Filosofía y escritura

2.5. Planteamiento de la cuestión Socrática.

3.      Diálogos Socráticos

3.1. Los Sócrates de Platón.

3.2. Pregunta y examen

3.3. El alma racional

3.4. La excelencia humana

3.5. La polémica con la Retórica y la Sofística

4.      El alma inmortal y el conocimiento de lo real

4.1. Menón 

4.2. Gorgias

5.      ¿Qué es lo que ama el filósofo?

5.1. Fedón: el alma, las ideas, la muerte

5.2. Banquete: el encomio del amor

5.3. Fedro

5.3.1. El deseo y el amor

5.3.2. La retórica 

5.3.3. La escritura

6.      República

6.1. El asunto y la estructura de la República

6.2. Céfalo, Polemarco, Trasímaco: tres niveles de la pregunta por la justicia.

6.3. Glaucón y Adimanto: planteamiento de la pregunta a Sócrates

6.4. El recurso a la analogía entre el alma y la polis

6.5. El Origen del estado

6.6. La Educación de los Guardianes, la polémica con los poetas

6.7. El gobierno del estado ideal

6.8. La justicia y las virtudes

6.9. La comunidad de las mujeres y los hijos

6.10. Posibilidad del estado ideal

6.11. El filósofo ante la sociedad

6.12. El más alto objeto de conocimiento

6.13. El sol, la línea y la cavernaLos estudios del filósofo: las ciencias y la dialéctica

6.14. Las constituciones políticas decadentes

6.15. El tirano

6.16. Superioridad de la vida del hombre justo

6.17. La condena de la poesía imitativa

6.18. El mito de Er

7.      Timeo 

7.1. La explicación platónica de la naturaleza

7.2. Otra uso de la noción de mímesis

8.      Crátilo

8.1. El problema del nombre

8.2. Naturaleza y convención

8.3. Imagen/imitación de la naturaleza

9.      Diálogos de la vejez

9.1. Teeteto

9.2. Sofista – Político

9.3. Nota sobre la crítica de Aristóteles a la Teoría de las Ideas

9.4. Parménides

9.5. Filebo

9.6. Nota sobre la noción de dialéctica y sus transformaciones

10.     Las Leyes

Notas de la Clase Abierta sobre política de la memoria y duelo colectivo

Clase abierta, viernes 21 de mayo 2021

I. Saludo

No estaríamos aquí reunidos si una situación política no nos hubiese convocado, si esa situación no interpelase de diversas maneras a los estamentos universitarios, si no los hubiese conmovido y motivado a la reflexión, a la comunicación entre ellos. En breve, no estaríamos aquí sin la invitación de los estudiantes para quienes se ha hecho urgente y necesario que abramos al público los espacios en los que intercambiamos saberes. 

Se impone un agradecimiento a los estudiantes pues es de su tiempo y de su trabajo, de su fuerza y de sus afectos de lo que se trata aquí. Gracias por su generosidad, por su invitación y por señalar el rumbo y darnos la fuerza de mostrarnos en el espacio público haciendo lo que hacemos. Esta clase abierta es entonces un aporte, una ofrenda y una invitación.

Este evento, incluso en su singular (y ya normalizada) situación tecnológica, en su singular situación inmunológica, en su singular situación de comunidad nos pone ya desde su posibilidad ante la necesidad de pensar nuestras técnicas o tecnologías de comunicación y sus relaciones con lo que somos o construimos como sociedad/comunidad, la influencia que tienen sobre nuestra forma de pensar. 

Las cuestiones de la presencia y de la distancia, del encuentro y la participación colectiva son centrales para nuestro tema hoy y tal vez es afortunado que podamos, contemplarlas en esa forma de intromisión posibilitadora que han tenido para nosotros desde marzo de 2020.

II. Nuestro tema y su referencia a la presente situación

Un conjunto de imágenes ronda sobre este encuentro, se aparecen en la memoria y no solamente como recuerdos sino como recuerdos que interrogan, piden ser pensados o explicados. 

La secuencia de derribamientos de estatuas que por décadas habían definido el paisaje de varias ciudades del país como Popayán, Cali o Bogotá, las efigies de Belalcázar y Jimenez De Quezada, incluso las de Santander y Bolívar, las que rinden homenaje al ejército y a la policía han sido objeto de un gran número de acciones en estos días. Estas intervenciones han dado lugar a múltiples polémicas, discusiones e interpretaciones. 

Hoy queremos escucharlas, encontrar sentido en su ocurrencia y tratar de encontrar los lugares y las preguntas que señalan, los problemas que hacen patentes, las fuerzas, las pasiones y las emociones que ponen a la vista, que manifiestan sin que nada ni nadie pueda ignorarlas u ocultarlas.

La cuestión de la representación y del reconocimiento de los que llenan las plazas con lo que evocan las figuras que ocupan los pedestales.

Cuando las estatuas caen, cuando las estatuas son derribadas ponen en evidencia una presencia que había entrado para muchos en el olvido, para otros operaba como una descripción o celebración legítima del pasado, un recordatorio de algo que se había juzgado digno de ser recordado y honrado por generaciones. Una voluntad de ser recordado por muchas generaciones más, las estatuas aspiraban a una especie de consenso perdurable sobre lo que vale la pena recordar. 

Con ello ratificaban el ocultamiento, el silenciamiento de grandes partes de la memoria que ha sido común sólo potencialmente, hechos, prácticas, acontecimientos, crímenes, abusos que partes de la sociedad, sectores delimitados, identificados y también excluidos han perseverado en mantener, en guardar por otros mecanismos, mecanismos que no han accedido hasta ahora al reconocimiento de las otras partes de la sociedad. 

El reconocimiento que implicaría que se los admitiera en lo que se considera memorable para todos, en el consenso de lo que considera digno de la memoria común implica una modificación de esos espacios, una revisión de los méritos según los cuales la figura de un individuo puede ocupar un pedestal en medio de una plaza, una revisión del hecho de que tales pedestales existan y sean coronados por figuras individuales, ecuestres, guerreras, victoriosas, evocadoras de gestas o hazañas … gracias a las cuales ciertas disposiciones del orden social han llegado a establecerse. 

(para una ampliación del asunto en direcciones de enorme interés la clase abierta de la Dra. Amada Pérez de la Facultad de Ciencias Sociales)

Cuando discutimos sobre estatuas y memoria rozamos un debate político e histórico necesariamente ligado la resolución de nuestros propios conflictos, que se cruza con nuestras polémicas más fundamentales, con asuntos que son eminentemente políticos y que han sido debatidos, puestos a consideración de la ciudadanía en las urnas … y no alcanzan una resolución. 

En los últimos tres años la existencia y funciones del CNMH, del Archivo General de la Nación, del Museo Nacional han estado en medio de la discusión porque han sido blanco de la agenda política del gobierno  en torno a la historia y a la memoria del conflicto armado, parte del deseo por hacer trizas los acuerdos de paz y las instituciones que estos crearon: la JEP y la Comisión de la Verdad. 

La comisión de la verdad ha trabajado en una intersección de elementos estéticos que no solamente han hecho posible una construcción de memoria sino que lo han puesto en la clave de la verdad. Esta es una parte importante del cumplimiento de los acuerdos y ha estado en riesgo desde el inicio de este gobierno. 

Esta confluencia de prácticas y mecanismos de memoria pone en el espacio político y judicial un conjunto de procesos que han tenido lugar por décadas en el terreno artístico en Colombia.

Esta zona de debate y de disputa se superpone o pretende superponerse de diversas formas sobre las posibilidades de visibilidad de obras, prácticas, proyectos y acciones colectivas de diversa índole que han sostenido la aspiración de visibilidad de múltiples configuraciones estéticas de las fuerzas en conflicto en Colombia. El arte y los artistas han dado lugar, visibilidad, espacio, cuerpo, voz a quienes han sido afectados por el conflicto desde mediados del siglo XX.

Cuando preguntamos por los espacios oficiales de la memoria cuyo emblema son las estatuas y monumentos de nuestras plazas y planteamos un desacuerdo sobre su presencia y su monopolio de visibilidad aparece también el lugar y la función del arte en los espacios públicos y comunes en los que las pretensiones de expresión y de memoria se exponen y se confrontan. 

Esos espacios, obras y prácticas fueron por años y continúan siendo la posibilidad de expresión, de manifestación, de elaboración de las experiencias de violencia de muchas comunidades, también han sido ocasión de para la tristeza, el dolor, el llanto, la queja y su reconocimiento, para el testimonio, el duelo, el clamor por la pérdida, la evocación de los muertos, los desaparecidos, los que aún no regresan y los que tal vez no regresarán. 

Esto me conduce a una de las tesis importantes sobre este problema :

En Colombia el arte ha dado expresión, lugar y reconocimiento a hechos, emociones y pérdidas: ha construido memoria y ha realizado el trabajo del duelo, ha realizado una función de construcción de memoria y comunidad de forma contundente con un impacto al que otras formas de la actividad social solamente aspiran. Con ello el arte ha sido producción y resistencia.

El arte colombiano de los últimos 60 años se ha consagrado de una manera especial a la manera especial a la memoria del conflicto, con esto cumple una función social y política en la que supera lo estético y asume lo estético-político, cuestiona funciones y estamentos de la sociedad y ofrece liberación, salud al cuerpo social … opera en la construcción o reparación de heridas sociales en la misma medida en que funciona como memoria del conflicto 

En esa tarea ha tenido una notoria relevancia la relación de las artes y los artistas colombianos con las artes y la literatura griega.

III. Por qué estudiar a los griegos, una pregunta que hay que responder cada vez que se da el curso.

La polémica de las estatuas puede interpretarse como una forma radical de la pregunta que con todo derecho puede plantear un estudiante de artes plásticas o de filosofía al que se le propone un curso de estética en el que el programa ofrece el estudio de la la épica y la tragedia griegas seguidas de una consideración de los textos fundacionales de la teoría del arte occidental: la República de Platón y la Poética de Aristóteles. En efecto, planteado así, con el énfasis en arte occidental, quien propone el plan de lecturas está invitando la pregunta «¿Por qué los griegos [otra vez]?»

Cada vez que doy mi curso de estética antigua me enfrento de una nueva forma a preguntas de este tipo que parecen incluir una pregunta mayor y más profunda por la subordinación de lo que podemos llamar nuestra cultura a una tradición dominante o hegemónica con respecto a la cual nos encontraríamos en una posición subalterna, dominada, colonial o excluida. Creo que responder a esta pregunta «incluida» merece un espacio y una discusión propia y en profundidad. Una discusión que no me encuentro en capacidad de dar. Sin embargo considero que esta es posible y pertinente. 

De otra parte, la pregunta puede no tratarse de la relación de dominación entre culturas, sino que puede referirse al arte como institución cultural, desde este punto de vista hemos asistido desde hace décadas a la proliferación de movimientos en los que la hegemonía europea (blanca, del norte global) ha sido cuestionada y sin embargo en la formación en artes se acude a un carácter fundacional del arte clásico y de las teorías al respecto. Algunas versiones de esta idea están desde hace tiempo en relación  con el cuestionamiento del eurocentrismo, el racismo, o la supremacía blanca. La historia del arte por este camino puede llegar a ponerse a sí misma en problemas porque puede estar comprometida en su fundamento con la naturalización del eurocentrismo. Si hablamos de arte, pensamos a veces que tenemos que referirnos necesariamente a la historia del arte europeo y en ese contexto,  a un canon de artistas y de obras consideradas fundamentales y bien logradas.  La discusión que se plantea sobre la institución amerita la revisión de las formas, instituciones, prácticas, valores y conceptos cuya hegemonía se trata de cuestionar. 

Además y de forma muy especial para los latinoamericanos se plantea también la cuestión de la tradición  y de la herencia cultural y de las funciones que esas nociones han cumplido en el ámbito político y social a los largo de la historia de nuestras repúblicas. Las cuestiones y debates identitarios pueden llevarnos a preguntar la función política que se le ha atribuido históricamente a la idea de lo clásico y a la necesidad de su estudio. Esta pregunta la pueden compartir los estudios clásicos, la historia del arte y la filosofía. Para muchos, la historia de estas disciplinas hace parte de la consolidación del valor de la supremacía étnica y cultural de los blancos, una marca de privilegio y un arma ideológica. En todos esos casos una deconstrucción cuidadosa resultaría mucho más productiva, en mi opinión, que una cancelación inclemente.

No se trata de lograr que los estudiantes aprendan sobre los griegos como si se tratara de una verdad básica de la cultura, suponer un heleno-centrismo o una superioridad de la cultura clásica sobre otras es dogmático e inoperante, el argumento de la superioridad de lo clásico no se sostiene. Surge la pregunta por el carácter originario de la cultura clásica con respecto a una cultura universal, a una cultura superior o a una cultura de referencia. 

Sin embargo pueden funcionar un argumento arqueológico en sentido foucaultiano, argumento que podría basarse en la pregunta ¿cómo hemos llegado a ser lo que somos? puesto en términos estéticos : ¿cómo hemos construido o apropiado o comprendido la noción de arte y su lugar / función en nuestra cultura? ¿qué papel juega en nuestra vida social y/o política?  El valor, espacios y funciones de lo que llamamos arte puede rastrearse hasta los griegos y, sobre todo a la historia de nuestra apropiación de sus obras, valores, contenidos 

Junto a este argumento puede resultar efectivo uno totalmente a posteriori y que se interroga por la efectividad del uso de obras, valores y contenidos griegos y/o de origen clásico para comprender nuestro presente, nuestra situación actual, la historia de nuestra violencia.

Ejemplos y bibliografía de apoyo para la clase

  1. Carlos Mario Lema, 1996 Vista de la Plaza de Bolivar
  1. Violencia Alejandro Obregón 1962 https://www.banrepcultural.org/biblioteca-virtual/credencial-historia/numero-111/violencia-alejandro-obregon
  1. El testigo exposición

http://patrimoniocultural.bogota.unal.edu.co/eventos/article/el-testigo-memorias-del-conflicto-armado-colombiano-en-el-lente-y-la-voz-de-jesus-abad-colorado.html 

  1. El testigo 2018 documental 

https://www.imdb.com/title/tt9149838/

  1. CNMH Documentales https://centrodememoriahistorica.gov.co/documentales/
  1. CNMH Libros 2008-2020 https://centrodememoriahistorica.gov.co/libros/ 
  1. Museo de la Memoria, portal arte y cultura

http://museodememoria.gov.co/arte-y-cultura/ 

  1. Orestea ex Machina Mapa teatro 1995

https://www.mapateatro.org/es/cartography/orestea-ex-machina

  1. Medea Material – Mapa teatro 1991

https://www.mapateatro.org/es/cartography/medea-material-0

  1.  Antígonas Tribunal de Mujeres http://museodememoria.gov.co/arte-y-cultura/antigonas-tribunal-de-mujeres/ 
  1. La Orestiada Ricardo Camacho 1999 – 2014 https://youtu.be/9SoMKwbpmkM
  1. Moira Fradinger Making Women Visible: Multiple Antigones on the Colombian Twenty-First-Century Stage The Oxford Handbook of Greek Drama in the Americas Edited by Kathryn Bosher, Fiona Macintosh, Justine McConnell, and Patrice Rankine Print Publication Date: Oct 2015Subject: Classical Studies, Classical ReceptionOnline Publication Date: Dec 2015 DOI: 10.1093/oxfordhb/9780199661305.013.033 
  2. Author: Romero Rey, SandroGénero y destino. La tragedia griega en ColombiaDirector/Tutor: Riu, Xavier 28-Jul-2014 Universitat de Barcelona http://hdl.handle.net/2445/62903 
  3.  Rojas-Sotelo, Miguel (2022). Iconoclastia, justicia indígena, historia y memoria. Actos de fabulación y soberanía. Estudios Artísticos, 8(12), 18–45. 

https://doi.org/10.14483/25009311.18012.

Ni dilema ni debate

A Alejandro Gaviria siempre lo leo con pinzas porque si bien es inteligente y elocuente siempre tiene agenda también. Este caso no es la excepción, la primera parte del artículo construye un hombre de paja, mezcla de ambientalismo e izquierdismo simplones, la segunda expone la cuestión de los dilemas inclinando la balanza hacia los males que no son el virus: las consecuencias económicas de la cuarentena, especialmente en los sectores sociales más vulnerables. Finalmente, al recomendar seguir adelante con precauciones porque la solución está lejos en el horizonte, le da valor al sacrificio de los que inevitablemente tendrán que encarar con sus cuerpos el trabajo de seguir adelante. Antes de concluir y sutilmente, pero con una doble intención, el señor rector nos dice que hay un enorme mal en curso: la suspensión de la educación básica, sin hablar del sector económico al que él pertenece en este momento: la educación superior privada. (Esto es clave porque ahí está su agenda)

Las criticas de Lizeth me parecen acertadas y producto de una atenta lectura del texto de Gaviria y apuntan a un sólo blanco: en los dos miembros del dilema ético la cuestión es de política social: tanto en lo que tiene que ver con enfrentar el Coronavirus como en lo que tiene que ver con lidiar con las consecuencias de la cuarentena. En ambos casos se trata de política social porque en ambos casos las víctimas más expuestas son las más pobres, que se encontraban antes en situación de vulnerabilidad y ahora lo están más aún. Con un agravante: que la urgencia del problema de salud pública parece superar la del problema socioeconómico. Ambos son dos caras de un mismo asunto y se resuelven con decisiones de política social en las que podría o debería priorizarse la atención a los débiles.

Dicho esto, queda la observación de agendas: Liz tiene una agenda crítica con el neoliberalismo y la tecnocracia que en este caso sale bien librada porque expone desde la crítica, pone el dedo en lo que podría cambiarse de la política social. Eso puede gustar o no y habría que ver qué propone luego. Por otro lado Gaviria parece dar un primer paso en una dirección clara: proponer la reapertura del sector educativo en modalidad presencial. Esto me parece que es muy difícil de sostener de forma simple y pone la cuestión moral de una forma tan cruda que rebasa el planteamiento del texto de El Tiempo. Veo venir un siguiente editorial en el que dé un paso adelante y proponga un heroísmo de los educadores que deberemos enfrentar el hacinamiento en el transporte, en los campus, en los salones de clase para preservar la vida del sector educativo, que es visto como un sector económico y no como un servicio socio-cultural.

Antes de publicar el presente texto una voz de crítica amistosa me hizo las siguientes anotaciones:

Si el asunto es levantar o no la cuarentena, no se trata de un dilema. Si se trata de los efectos, tampoco, a no ser que se haga explícita la racionalidad de la cuarentena. Y ahí es donde empieza todo el problema en las discusiones. Es más la retórica del dilema que una situación de dilema. Lo que buscamos con nuestras decisiones ¿es no contagiarnos? ¿o acaso no contagiar a otros? ¿buscamos no enfermar? ¿tratamos de evitar un aumento en las cifras que registran cada uno de estos eventos colectivamente? Entonces el planteamiento de Gaviria parece falaz porque plantea el asunto como si una posición como defendiera la vida y la opuesta la arriesgara.

En este punto es necesario plantear un doble desacuerdo tanto con Gaviria como con Lizeth, porque la posición de ángeles de la izquierda es de una ingenuidad brutal. Suponer una cuarentena indefinida y que toda la plata del estado se vaya a mantener a la gente. Ella habría acertado en algo y precisamente por eso habría una ventaja en verle el lado demagógico a Gaviria sin arriesgar mayor cosa. Yo entiendo y comparto la lucha contras las inequidades, injusticias y violencias estructurales, pero poner su resolución en el momento límite es un error. Es una falsa victimización y compara, lo que para mí son dos registros inconmensurables entre sí.

Esta discusión muestra que, como sociedad, aún no entendemos la racionalidad de la cuarentena, no el imaginario mágico que cada quien le otorga. No sabemos, como cuerpo social, qué es y para qué hacemos lo que hacemos. Parece que no tenemos claro que la enfermedad misma no es un asunto de solución en el corto y mediano plazo y que las medidas que tomamos frente a ella tienen un sentido mientras hagan posible un conjunto de políticas que hagan posible enfrentar su impacto. Ese impacto que se hará mayor en la medida en que demos pasos hacia la reapertura de la economía.

CODA:

Ese mismo amigo me sugirió que sería un toque elegante evidenciar mi agenda y creo que debo, por lo menos, sentar de forma explícita mi posición sobre un punto. Partiendo de que no soy un experto en ninguno de los asuntos que inciden en la política pública. Hablo como ciudadano, como peatón, como empleado, como profesor universitario y padre de familia. Ante las discusiones sobre tecnocracia, democracia y política pública creo que hablar como ciudadano es importante.

Como ciudadano, entonces, no veo que se hayan tomado medidas suficientes para lograr una interacción segura de grandes números de ciudadanos en los espacios comunes, en los medios de transporte y en los centros educativos. Toda la seguridad de la población depende de la conciencia y el respeto con que enfrentemos nuestras interacciones cotidianas en lugares concurridos. ¿Podemos asumir la responsabilidad de mutuo cuidado y de respeto por los otros de la que dependerán de ahora en adelante las vidas de muchos?

En cuanto a las universidades que sufren enormemente con la presente crisis, es probable que dentro de los campus muchas medidas para garantizar la bio-seguridad sean efectivas, pero estas se verán en peligro una vez estudiantes, profesores y empleados tomen el transporte público. Esa consideración requerirá de mucha inteligencia y disciplina social, de una conciencia enorme y gran sentido de cuidado. ¿Cómo vamos a generar esas conductas?

En otro momento tendremos que plantear la cuestión de lo que la presente crisis dice sobre la noción que tenemos de educación y su valor social.

Juan Fernando Mejía Mosquera @juanfermejia

Notas sobre las fuentes de la filosofía de Epicuro

Fuentes de Epicuro

La principal fuente de la Doctrina Epicúrea es la obra del siglo tercero DC: Vidas de los filósofos ilustres , de Diógenes Laercio. (Doxografía) (Biografía). El libro X de la obra está dedicado al Epicureismo. Diógenes Laercio conserva:

Tres de las cartas de Epicuro a sus discípulos en las cuales presenta sus opiniones de una manera concisa y manejable

-La Carta a Heródoto resume la teoría física de Epicuro

-La Carta a Meneceo ofrece lo esencial de la ética epicúrea

-La Carta a Pitocles se dedica a cuestiones astronómicas y meteorológicas

Diógenes Laercio también conserva una colección de dichos breves llamados los Kiriai Doxai, Máximas Capitales, extractos de los escritos de Epicuro (y en algunos casos también de sus asociados) .

DL también completa los temas que no se cubren en las cartas y nos brinda una lista de las obras de Epicuro y alguna información biográfica.

Una colección similar con puntos en común con la anterior sobrevive en un manuscrito que tradicionalmente se denomina las Sentencias Vaticanas. La finalidad de estos conjuntos de citas, al igual que la de las Cartas, era la de hacer que las doctrinas resultasen fáciles de recordar.

Algunas Citas Breves de Epicuro aparecen en algunos autores como Plutarco, Sexto Empírico y los Comentadores Griegos de Aristóteles. Con mucha frecuencia esos autores toman el material fuera de contexto o lo presentan de una forma polémica y distorsionada.

1. Usener, Hermann, 1887. Epicurea. Leipzig: Teubner. Italian translation by Ilaria Ramelli, Epicurea: Testi di Epicuro e testimonianze epicuree nell’edizione di Hermann Usener, Milan: Bompiani, 2002. (Most complete collection of fragments.)

2. Arrighetti, Graziano, 1973. Epicuro Opere, 2nd edition, Turin: Einaudi. (Best edition available, with Italian translation.)

3. Arrighetti, Graziano and Marcello Gigante, 1977. “Frammenti del libro undidesimo ‘Della natura’ di Epicuro (PHerc. 1042),” Cronache Ercolenesi, 7: 5–8.

Varias de las obra de Epicuro, incluso partes de su obra principal Sobre la Naturaleza que parece haberse extendido por 37 rollos de papiro, han sido recuperado en condiciones precarias de la biblioteca de una villa en el pueblo de Herculano, el cual fue enterrado por la erupción del Vesubio en el año 79 DC. La biblioteca muy probablemente contenía una colección de las obras de Filodemo, filósofo epicúreo nacido en Siria, educado en Atenas y radicado en Italia en el siglo I AC. Estas obras contienen además del pensamiento de Filodemo, información sobre la historia del epicureismo, es necesario tener cautela con la atribución del pensamiento de los seguidores al fundador de la escuela. Nuevas traducción están poniendo este material a disposición de una audiencia de lectores cada vez más amplia.

1. Mantha Zarmakoupi – The Villa of the Papyri at Herculaneum_ Archaeology, Reception, and Digital Reconstruction

2. David Sider The Library of the Villa Dei Papiri at Herculaneum Getty Trust Publications Getty Publications, 2005

Lucrecio es contemporáneo de Filodemo (Siglo I AC) y es el autor de De rerum natura, obra en seis libros en hexámetros, el verso típico de la poesía didáctica, hoy en día se acepta que el registro de la doctrina epicúrea por parte de Lucrecio es fiel y acertado, si bien algunos intérpretes consideran que Lucrecio hace sus propios aportes originales. Este poema se concentra principalmente en los aspectos físicos, psicológicos y epistemológicos del epicureismo y, notablemente, omite en buena medida la ética.

Desde un punto de vista hostil, encontramos la exposición crítica de las ideas de Epicuro en algunas obras de Cicerón como el De finibus y la Tusculanas.

En el Siglo II DC, Diogenes de Oenoanda erigió un muro que contenía los postulados básicos del epicureismo

1. Smith, Martin Ferguson (ed.), 1993. Diogenes of Oenoanda: The Epicurean Inscription, Naples: Bibliopolis.

2. Carlos García Gual (2016), El sabio camino hacia la felicidad: Diógenes de Enoanda y el gran mural epicúreo.

Me he apoyado en https://plato.stanford.edu/entries/epicurus/

El libro X de las Vidas de Diógenes Laercio

Un Kenton, centón.

Anécdotas biográficas

Testamento 16-21

Carta a Idomeneo 22

Los sucesores y sus obras 23-26

títulos de sus obras 27-28

Materiales incluidos y esquema básico de la Filosofía de Epicuro 29-30, resumen, 31-34

Carta a Heródoto cuestiones físicas 35-83

Carta a Pitocles 84-116

Sobre forma de vida et al 117

Carta a Meneceo 122-135

Máximas Capitales 139-154

Mi primera perplejidad filosófica (Respuesta a Andrés Mejía Vergnaud)

Mi querido primo honorario Andrés Mejía Vergnaud publica hoy una entrada en su blog Descartes en Bata, en la que explica con buen humor y datos interesantes, la historia de cómo se generó en la infancia su primera inquietud filosófica. Recomiendo la historia que es a la vez una reflexión sobre el lugar que la filosofía tiene en la vida de todos y que va perdiendo según llega la edad en que las convenciones dejan de inquietarnos y cesa la urgencia de preguntar.

Agradezco que además de publicar en el blog me haya preguntado en Twitter mi opinión sobre esa aproximación infantil a la filosofía. Estoy de acuerdo con Andrés en que la infancia es una época filosófica y que los que perseveramos en cultivar la filosofía, de alguna manera, estamos, sobre todo, salvaguardando nuestra conexión con la infancia. Queremos mantener la curiosidad y una cierta ingenuidad que viene junto a la impertinencia de hacer nuestras preguntas privadas a otros, aún después de las canas y los años.

Mi primera gran curiosidad filosófica se debe a los desafíos de mi madre y a las interminables horas de carretera en las que gasté mi infancia por los caminos de Santander, de Boyacá y de Cundinamarca. Esos espacios infinitos en los que la pregunta interesada «¿ya casi llegamos?» respondida con mentiras o ignorada por los padres, da lugar a preguntas más hondas. Preguntas en las que la existencia misma, en toda la aridez del sinsentido, se hace palpable.

Esthercita, mi madre, mujer de virtudes heróicas y habilidades sin par, de multiforme ingenio como Odiseo, nos acompañaba a mi hermano Alejandro y a mi a rezar durante los primeros años de la infancia. Hasta que ella misma tuvo su propio sisma sin perder la fe, pero esa es otra historia. Esthercita nos enseñó las primeras oraciones y los ritos que van con ellas.

Lo que yo no tenía muy claro, y se lo dije, es «¿ con quién estamos hablando, mamá?» Ella con toda su generosidad me dijo «con Dios…» ella habló entonces de un ser sumamente bueno, que estaba en todas partes y lo sabía todo. Necesité muchos viajes en carretera para procesar esas palabras que yo sabía que no había entendido. No dejé de rezar con mi madre las noches que vinieron. Hasta que una noche le dije «¿Cómo puede alguien estar en todas partes y saberlo todo?» Mi mamá me sonrió y me dijo, como la cosa más natural del mundo, sin saber lo que estaba comenzando a crear con esas palabras: «Es que Dios es infinito» yo pregunté la definición y ella se atuvo a la etimología «no tiene límites».

Algo pasó en mi cabeza esa noche, algo que no se ha detenido desde entonces, pero que tomó una dirección unos días más tarde, después de otra dosis enorme de tiempo de carretera, una sucesión de imágenes borrosas, espacios de mil tonos de verde y tiempo, tiempo y más tiempo, tiempo imposible e insondable. Lo sentía en mi piel, con cada gota de ese sudor que solamente se conoce en las carreteras de Santander. No, no podía con la idea de un ser infinito. Esa noche pregunté de nuevo «mamá cómo es el infinito». Esthercita, en una escena que necesita que Gabo resucite para poder contarla, haciendo gala de toda su educación y sobre todo de su ingenio, ese que les sale a las madres para sostener el mundo sin que se rompa, se las arregló para hacer una distinción propia de Aristóteles o de Tomás, o del propio Descartes «esas cosas no trates de imaginarlas, esas cosas debes entenderlas».

Y aquí me tienen, décadas después, intentándolo.

Mis cursos en el primer semestre de 2020

Este será para mi, en lo que se refiere a las asignaturas a mi cargo, un semestre totalmente dedicado a la Filosofía Antigua. Pocas cosas pueden ser tan interesantes. Pocas permiten compartir el asombro que nos embarga cuando logramos, aunque sea un poco, comprender la potencia de la razón y de la creatividad que supone la invención de la filosofía tal como ocurre, una y otra vez, en el mundo de influencia grecorromana durante algo más de un milenio.

Las etapas de ese recorrido serán el tema del curso de Historia de la Filosofía Antigua

Una ruta en particular de ese asombroso viaje, la de la tradición asociada al nombre de Epicuro y la suerte de sus ideas en la posteridad, será el tema de la Cátedra de autor: Epicuro y los Epicúreos

Finalmente, quienes me acompañen en el Seminario sobre el Sofista y el Político, tendrán el reto de realizar una lectura lenta, cuidadosa y crítica de dos de los más extraños e interesantes textos de Platón.

Los links en los títulos de cada curso llevan a la versión en PDF de cada programa.

Sobre «Una misa por la reconciliación»

En la noche del 30 de octubre, en el Auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional tuve el privilegio de asistir a la segunda presentación de Una misa por la reconciliación del compositor colombiano Juan Pablo Carreño, obra comisionada al compositor desde la firma de los acuerdos de paz. Es una “obra para gran orquesta, coro mixto, coro de cámara, dos solistas y órgano” está compuesta a partir de testimonios de víctimas de la violencia en Colombia, en diálogo con el Officium passionis domini de San Francisco de Asís, textos de la misa del domingo de pascua y textos de Nicolás Gómez Dávila y de Fernando González Ochoa. 

Entre los textos sagrados que narran la pasión de Cristo en primera persona distinguimos fragmentos de testimonios de las víctimas de la masacre de El Salado (16 a 21 de febrero de 2000) que también en primera persona enuncian su recuerdo de esos días terribles. Pocas palabras contundentes estallan en la mente del escucha: imágenes que no pueden preverse y para las que nada nos prepara. Sin que podamos evitarlo, nos duelen de otra forma nueva. Como si no lleváramos casi dos décadas escuchando o leyendo estos testimonios que llegan a confundirse con tantos otros relatos de dolor, humillación y violencia. 

El sentido de las palabras se impone en conexiones que se forman entre los textos heterogéneos que emergen de la intensidad sonora como si se hirieran mutuamente y, al hacerlo, se transmutaran: convirtiendo en sagrada la palabra que, aún anónima, enuncia de infame dolor que la motiva. Esa primera persona sufriente son muchos. Ante nosotros tenemos los gestos más que los hechos y los dolores más que el relato de esos días. Días que, aún cantados, parecen interminables.

La tercera parte, Oficio de las tinieblas, alterna los nombres de 4.500 víctimas de masacres colombianas (1982-2012) con las lamentaciones de Jeremías. Individuos con nombres y apellidos. En las listas, los apellidos se repiten haciendo evidente el vínculo que se ha roto, o que se mantiene en la muerte y que atestigua que un linaje entero ha sido exterminado, que una familia entera ha sido asesinada. En medio de los que mueren solos, o mueren sin que sus nombres muestren los lazos de amor que les ataron a sus deudos. Esos que cantan ahora con voces entrecortadas van, pese a todo, configurando un coro. Los textos de Jeremías se hacen fragmento para articular la rememoración de los dolores en medio de la proclamación de los nombres de los muertos. 

La tercera parte se titula Misa para la reconciliación consigo mismo (condición de la reconciliación con el otro, anota el programa) articula la memoria de la Masacre de Bojayá con textos de Nicolás Gómez Dávila y Fernando Gonzales. En primera persona, hablan quienes vieron morir a sus vecinos, amigos y amados en la iglesia de Bellavista el 2 de mayo de 2002 en Bojayá, Chocó. Un relato terrible, se intercala con las frases pulidas del pensador bogotano. 

El dolor se apoya y se entrelaza con la fe y la fe se asume como reconocimiento del ser rebasado, poseído por lo que es siempre mayor, ante la evidencia de lo que pasa. La memoria de los seres amados es evidencia de su mortalidad y de su paso, pero ratifica la forma peculiar de su inmortalidad: Nada dura, ciertamente, y sólo cuentan los instantes, pero el instante reserva su esplendor para el que lo imagina eterno.Sólo vale lo efímero que parece inmortal. La paradoja del amor que no morirá brilla justo ante el golpe de la ausencia irreparable, dos evidencias juntas que se contradicen ante las cuales solamente suspendemos el reclamo para decir: “y sin embargo”. En ese espacio, un silencio, aparece la fe: Mi fe llena mi soledad con su sordo murmullo de vida invisible. En este momento se comprende por qué se trata de un don: La fe no es una convección que poseemos sino una convicción que nos posee. La fe no es una cura ni un remedio, ni hace menor el dolor, ni evita que la ausencia nos confronte. Mientras escuchamos los nombres, sílaba a sílaba, de los muertos, nos sostiene: La fe no es explicación, sino confianza en que la explicación existe. Atravesamos así una oscuridad poblada de dolor con la determinación de llegar al final de la lista de nombres, los embates de todas las pasiones ligadas a la pérdida que se ha hecho común, relatada entre fragmentos. El sonido nos conduce al acto final de reconocimiento, de dignidad, de devoción por aquellos que no dejaremos de amar: un profundo silencio.

PROGRAMA del Seminario sobre la Poética de Aristóteles 2-2019

Leeremos, comentaremos, discutiremos y escribiremos sobre uno de los textos más populares e influyentes de la cultura occidental. La Poética de Aristóteles es un verdadero clásico porque no deja de leerse y comentarse sin que se agote la hondura de sus ideas. Tras milenios de explicar la naturaleza de la poesía y la tragedia en especial su modo de acercarse a estos temas sigue siendo una guía fundamental para quienes desean adentrarse en la materia. Todo esto enmarcado en la riqueza filosófica de su obra y su lenguaje. Realizaremos una lectura detallada y detenida y una discusión de la recepción contemporánea de varios de sus conceptos principales. DESCARGUE AQUÍ EL PROGRAMA